Mediciones en Educación
Se ha publicado un estudio que revela que los estudiantes no alcanzaron el 60% de los aprendizajes propios de su nivel, lo cual ha conducido a sendas críticas sobre la educación en pandemia, centrándose en lo que los niños, niñas y adolescentes han perdido de aprender.
Eso es injusto. Injusto con los niños, niñas y adolescentes, injusto con las familias, injusto con los profesores.
Es injusto porque los niños, niñas y adolescentes no han dejado de aprender, sino que lo que han aprendido no ha sido medido: durante este año y medio, los estudiantes han debido adaptarse rápidamente a otro estilo de clases, a metodologías nunca vistas, a evaluaciones jamás practicadas. Han aprendido a no compartir personalmente con amigos y amigas, a relacionarse apenas a través de una pantalla, sin poder observar expresiones corporales, sin poder tocarse ni sentir olores ni emociones corporales, y aún así, seguir siendo amigos. Han debido tolerar perder la libertad de ser "estudiante", debiendo ser siempre "hijo" o "hija", difícil en la adolescencia. Se han adaptado a no salir de casa, soportar vivir, en muchos casos, en pequeños espacios, hacinados, bulliciosos, sin privacidad, siempre. Para qué hablar de aquellos que perdieron a familiares, a su padre, madre, abuelos, tíos, siendo testigos del sufrimiento de la familia completa.
El estudio es injusto con las familias y profesores: se critica el bajo nivel de aprendizaje, sin embargo no se menciona que el año escolar 2020 fue levantado a pulso por profesores y familias, todos aportando de su internet casero, consiguiendo equipos (carísimos sin control de precios), compartiendo los dispositivos, madres, padres y cuidadores se convirtieron en asistentes de educación, debiendo estudiar ellos para entender los contenidos y estilos de enseñanza de sus hijos e hijas, sacando tiempo de donde no lo había para que los niños siguieran estudiando. Mientras, los profesores hacían lo humanamente imposible para diseñar clases online, poniendo sus casas, su privacidad y todo su tiempo a disposición de los estudiantes.
Todo con la presión constante de la incertidumbre de las decisiones gubernamentales, imprevistas y carentes de proyección a largo plazo, las que jamás han considerado a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho.
El cambio de vida para los estudiantes ha sido tremendo, pero eso no se pondera como parte de su aprendizaje. Cuando empezó la pandemia, al unísono los padres preferimos que se perdiera un año a que se perdiera la vida, sin embargo, ahora veo que ni siquiera fue un año perdido: los estudiantes han debido desarrollar, abruptamente, habilidades emocionales impresionantes que, por cierto, los convierten en personas resilientes.
Hay que sentirse orgullosa de los niños, niñas y adolescentes, ellos son mucho más que un porcentaje, merecen respeto, se han esforzado, ha sido duro y lo están logrando. Eso es lo que vale, aunque no se mida.
Gigliola Carlevarino Weitzel
email: gigliolacarlevarino@gmail.com