Auge y caída de Michael Hutchence, la voz de INXS
Netflix estrenó "Mystify", el esperado documental sobre el líder de la banda australiana y quien se quitó la vida en una pieza de hotel a los 37 años de edad.
Michael Hutchence siempre vivió con la carga de no ser como su amigo Bono. Desde los inicios de INXS fue encasillado por la prensa como una suerte de Baco capaz de estremecer a sus fanáticos con la fuerte carga de energía sexual que transmitía sobre el escenario. Es por eso que, durante un paréntesis de la banda, intentó desarrollar un proyecto -bajo el nombre de Max Q- que pudiese representar mejor su esencia de tipo sensible y tímido. Se cortó el pelo, dejó el baile de lado y escogió para la portada del disco una fotografía intervenida en la que nadie podría reconocerlo.
A pesar de todo, pronto estaría de vuelta en INXS para seguir atrapado en los encasillamientos de la industria. Si bien ese no es el eje central de "Mystify" -documental recientemente estrenado en Netflix-, ayuda a entender la esencia escondida de un tipo frágil e inseguro que tenía miedo de morir solo. Probablemente por eso se refugió siempre en mujeres fuertes como la cantante Kylie Minogue, la modelo Helena Christensen y la animadora británica Paula Yates, con quien vivió sus turbulentos años finales.
La desclasificación de información íntima -como un impactante y revelador dato de índole neurológico que podría explicar su desmoronamiento- no deviene nunca en sensacionalismo porque quien dirige el documental es Richard Lowenstein, amigo de Hutchence y responsable de buena parte de los videos de INXS.
Su película es más bien un obituario que funciona como una carta cargada de afecto hacia un tipo carismático y amable que, casi sin quererlo, terminó enmarañado en los fangos del cliché del rock and roll. Por si alguien no lo sabe, Hutchence murió el 22 de noviembre de 1977, a los 37 años de edad, en la habitación 524 del Ritz Carlton de Sídney.
Se colgó tras un largo período de depresión, batallas legales vinculadas a sus aspiraciones familiares y excesos de drogas. Lowenstein sabe que distanciarse del efectismo mediático implica alejarse también de las coordenadas del reportaje periodístico que muchos documentales del streaming explotan como fórmula.
Él opta por abrir archivos familiares, viejas fotografías y videos que, sumados a videoclips y registros de sus actuaciones en vivo, componen un panóptico en el que lo privado se fusiona con lo público. La narración se va armando gracias a testimonios en audio de amigos, amantes y familiares del músico.