Socoroma y Putre también tienen historias
A propósito de la actual pandemia coronavirus que afecta al país y a diversas latitudes del mundo, la cual nos obliga a los adultos mayores a permanecer en un encierro forzoso para salvaguardar el resto de nuestras vidas, encuentro en mis archivos de apuntes circunstancias similares de flagelo que afectaron a nuestra región de Arica y pueblos del interior; me refiero a la epidemia de la viruela de comienzos del siglo pasado.
La noticia informativa señalaba que en los primeros días del mes de julio de 1916, en algunos centros poblados del interior de Arica se dejó sentir el terrible flagelo de la viruela.
"El primer caso se presentó en el pueblo boliviano de Sajama, en un niño de 16 años quien llevó el contagio al pueblo de Huallatiri, pueblo de la subdelegación de Belén, de donde pasó el mal a Socoroma distrito de más o menos 180 habitantes".
Se habían presentado seis casos en este pueblo, y por llegar tarde la atención sanitaria de la vacuna, la epidemia pasó haciendo estragos a la cabeza del valle de Lluta. "En Muyuni atacó a una familia Huanca, de allí pasó a Sapahuira cercano a Socoroma, atacando a una familia de siete personas, de éstas una murió, otra quedó ciega y cinco se salvaron por el auxilio de la vacuna". ("El Pacífico" de Tacna 29/09/1916.
El avance del flagelo fue de 64 casos portador, con un total de 12 muertos repartidos entre las subdelegaciones de Putre y Lluta. Cabe destacar al Dr. Marcos Avila y su personal que desplegaron su benéfica acción en los pueblos del interior y Lluta, practicando una vacunación total de los habitantes. En Socoroma y Putre se instalaron lazaretos donde se recluyeron a todos los enfermos, a fin de salvarlos y de evitar el contagio al resto de la gente.
En Socoroma se instalaron a 18 enfermos convalecientes. Tiempo después se creó el lazareto de Putre distante del pueblo, en las cercanías de las termas de Jurasi, en terrenos de la familia Aranda, próximo a la actual Ruta 11-CH internacional, cuya estructura sólida de muros permaneció visible por muchos años, siendo testigo de este flagelo epidémico.
Las generaciones posteriores -en las que me incluyo- consideraron el lugar algo tenebroso y de misterio, pues nos decían los del pueblo, que al anochecer todavía se escuchaba gemidos y quejidos de personas por este aislamiento y por la funesta viruela que padecieron los confinados de Putre.
Jaime Medina Calizaya
Prof. de Hist. y Geog. Economicas