El amor y la pasión según la generación pingüina
La película "Reinos", de Pelayo Lira, lleva a la pantalla el universo presentado por la escritora Romina Reyes en su aclamado libro homónimo. Está desde el jueves en la cartelera nacional.
Romina Reyes (29) ingresó en el panorama literario con Reinos (2014), premiado libro de cuentos que, con honestidad y el lenguaje coloquial apropiado, retrató las andanzas de la generación que protagonizó las marchas estudiantiles años antes, y ahora viven el contexto de la experiencia universitaria.
Reinos, la película del también joven realizador Pelayo Lira, adopta uno de los relatos de ese libro junto con su falta de idealización frente a una juventud de clase media que, afortunadamente, está lejos de romanticismos de manual. Más propensos a sacar la vuelta que a estudiar, con la vocación revolucionaria adormecida o limitada a conversaciones sobre el pasto y la sexualidad adolescente en ebullición, los personajes conviven en un campus que funciona como un micromundo. No hay aquí imposturas de cine ni muletillas de actor. Todos hablan como lo hace la gente fuera de la pantalla mientras beben cerveza barata. A los responsables de Reinos les interesa ser fieles a una realidad que conocieron de cerca.
Alejandro (Diego Boggioni, quien interpretó a Claudio Narea en Miguel San Miguel), el ingenuo protagonista, no sabe nada de la vida. Ha llegado de la provincia para estudiar Periodismo. Sofía (Daniela Castillo, Morales, el reformador), su interés afectivo está por egresar de Lingüística. Es una chica aguda, crítica y libre que esconde sus tormentos o los sublima viviendo intensamente. Es su forma de lidiar con una madre enferma y un futuro que, para ella, parece una nube.
Entre estos jóvenes tan diversos se generará una relación disfuncional, y basada en el deseo, que pondrá en choque sus convicciones personales sobre el futuro y el amor.
Como si quisiera evitar sicologismos obvios, Lira -con la ayuda de Reyes en el rol de co-guionista- se detiene con particular énfasis en las escenas de sexo (algunas bastante explícitas), como si a través de esa intimidad pudiese llegar al alma de los personajes o a los mecanismos enrarecidos, y a veces violentos, de los vínculos. Alejandro y Sofía se revelan en esos encuentros, ahí se establecen los roles y la comunicación de los cuerpos abarca territorios donde la palabra no llega. Las dinámicas de la película se definen en esos espacios privados frente a una cámara inquieta que favorece una estética sucia y deslavada. Esa crudeza se ve potenciada por las actuaciones intensas y convincentes de los protagonistas (no es de extrañar que Daniela Castillo haya obtenido el premio a Mejor Actriz en Bafici).
Reinos -cuyo título proviene de una charla que los amantes tienen sobre Ricardo III y la frase "¡Mi reino por un caballo!"- prefiere la historia íntima al retrato costumbrista pero, desde ese encierro, puede hablarnos sobre las batallas y miedos de una generación.