No son pocos los que aprovechando el partido del miércoles entre la Roja y Portugal, aprovecharán de hacer algo rico para compartir en sus lugares de trabajo. Así es como varios se aprontan con los choripanes, los completos e incluso, con asaditos.
Según el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis), en Chile hay más de 2,8 millones de personas (16% de la población) con algún tipo de problema, cifra que deja en evidencia la relevancia de impulsar políticas de inclusión a largo plazo. Nuestra ciudad, Arica no está ajena a esta realidad y de hecho, es una de las zonas del país que presenta una alta prevalencia de personas con alguna discapacidad.
Dentro de lo difícil que puede asomar este escenario, reconforta. Es un hecho que hemos aprendido a mirar de manera más respetuosa a quienes tienen alguna condición diferente, ya sea en el ámbito físico, visual, auditivo como intelectual, haciendo más fácil su vida y entregando herramientas necesarias para superar o subsanar algunos prejuicios y obstáculos del pasado.
Se ve esta voluntad en acciones colectivas y sistémicas, por ejemplo, cuando la renovación de las aceras del centro de la ciudad consideran esquinas de fácil acceso para personas con movilidad reducida, y también baldosas que presentan guías especiales para quienes tienen problemas con su visión.
Esfuerzos como el de la Teletón han logrado que la discapacidad no sea un problema que se relaciona con ciertos segmentos, o ciertos momentos del año, sino que se transforma en un desafío que como país debemos enfrentar. La mayor inclusión de los discapacitados (en todas sus formas) es un hecho real y objetivo durante los últimos años.
Una sociedad debe ser respetuosa y amable con los discapacitados, quienes tienen mucho que aportar en diferentes ámbitos, lo que ha quedado en evidencia con casos que incluso, ha sido expuestos en las páginas de "La Estrella". Sólo así se construye algo mejor y el bien común pasa a ser un verbo activo.
Ahora, es también indispensable que esta voluntad colectiva de inclusión y respeto, sea asumida también a nivel personal. De nada sirve que los servicios, las empresas, el Estado y en general, la sociedad se involucre con la empatía y el respeto, si es que no existe este mismo compromiso individual, el que se ve en aquellos detalles y acciones cotidianas, pero tan importantes.
En el ámbito empresarial se exterioriza una razonable preocupación por pequeños detalles turísticos que minimizan un desarrollo armónico frente a magnas obras de modernización largamente esperadas. Existen variados puntos de vista de protagonistas sin calzar dentro de un hilo conductor concordante con metas y objetivos claros. Sin embargo, paulatinamente se están dando algunos pasos bajo el prisma de uniformar criterios en una mesa con vínculos públicos y privados pero aún entrabados por la falta de una mayor participación municipal.
Bajo la lupa de un crudo análisis objetivamente se deduce la inexistencia de gestión para brindar soluciones a corto plazo sin grandes inversiones pero que se podrían alcanzar con sentido de servicio público como lo demostrado con las obras de pintura de frontis de viviendas en el casco antiguo de nuestra ciudad, acción asumida hace cinco años por la Cámara de Turismo de Arica y ahora replicada por un parlamentario. Aun está sin solución la eliminación de cables de empresas de telecomunicaciones en la periferia urbana central para evitar la contaminación visual.
Van a transcurrir dos años que no se recupera el mirador de Cerro Sagrado con una fantástica muestra de figuras rupestres abandonadas en medio de propiedades privadas sin fiscalización para evitar el tránsito de vehículos 4 x 4 cuyas huellas dejan al descubierto la falta de conciencia para preservar el invaluable patrimonio ancestral que las rodea.
La rotonda del valle de Lluta es el único punto latinoamericano con el privilegio de brindar acceso vial a visitantes de dos países sin un ornamento de bienvenida y en el mes patriótico de Arica ni siquiera lucieron en sus mástiles nuestro emblema patrio y el escudo de la ciudad.
Frente a esta realidad surge con nostalgia el recuerdo de autoridades y funcionarios de hace medio siglo que exhibieron el noble sentido de vocación velando por solucionar en aquella época pequeños detalles anti turísticos.
En feriado, la mayoría del comercio cerró sus puertas, sin embargo algunos locales de la feria Las Palmeritas atendieron al público de forma normal. Mientras que en las tiendas la fila para pagar era similar a la de un banco.