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Catastro de TECHO revela que hay 21 campamentos de la región

Estudio 2024-2025 arrojó que en la región estos asentamientos crecieron un 23,5% respecto de la medición anterior.
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Alberto Uribe Miranda - La Estrella de Arica

Actualmente, en Chile hay 120.584 familias viviendo en campamentos, de acuerdo con el Catastro Nacional de Campamentos 2024-2025 elaborado por TECHO-Chile. El estudio detectó 1.428 asentamientos informales a lo largo del país, la cifra más alta desde 1996. Esto representa un aumento del 10,6% respecto al catastro anterior (2022-2023), lo que equivale a la incorporación de al menos 6.000 nuevas familias entre 2023 y 2025. En este contexto, la región de Arica y Parinacota registra un alza del 23,5% en el número de campamentos, representando casi el 8% del total nacional.

Gran aumento

"La falta de herramientas y alternativas reales para salir de su condición mantiene a miles de familias estancadas en campamentos. El alto costo de los arriendos, los bajos ingresos y la necesidad de independencia son los principales factores que perpetúan esta tendencia, extendiendo los tiempos de espera por una solución definitiva a más de una década", explicó Gonzalo Rodríguez, director ejecutivo de TECHO-Chile.

Según informa TECHO Chile, desde 2011, el número de hogares en campamentos ha aumentado de manera sostenida, a diferencia de otros componentes del déficit habitacional, que se han reducido o estabilizado desde 2020. Aunque entre 2023 y 2025 se cerraron 346 campamentos, menos del 30% de esos cierres se debe a soluciones habitacionales definitivas. La mayoría responde a desalojos, migraciones internas u otras estrategias de las propias familias para encontrar alternativas habitacionales.

Desde la organización expresan que en Arica y Parinacota existen actualmente 21 campamentos, donde viven 2.931 familias, entre ellas 3.726 niños, niñas y adolescentes menores de 14 años. También se contabilizan 623 adultos mayores y 95 personas en situación de discapacidad. Del total de hogares, 1.726 corresponden a familias inmigrantes, lo que equivale al 58,9%.

"En Arica y Parinacota ha disminuido el número de familias viviendo en campamentos (un 34,8%), pero no en la mayoría de los casos porque se haya resuelto su situación habitacional. La mitad de los cierres de campamentos en la región fueron por desalojos, lo que afectó a más de 1.500 familias. Muchas de ellas hoy viven de allegadas, en otros campamentos o incluso en la calle. Esto no reduce el déficit habitacional: solo lo redistribuye y profundiza. El Catastro da cuenta de quienes aún habitan en estos asentamientos, pero no visibiliza a quienes quedaron fuera del registro tras ser desplazados. Esa es una cifra negra que la política pública no está viendo", señalaron enfáticamente desde TECHO-Chile.

8% es el porcentaje que representa la región, el cual es un dato no menor con respecto a su situación fronteriza.

Diversidad territorial y migratoria exige mejor enfoque habitacional

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Entre las causas que explican la permanencia o llegada a estos campamentos, destacan el alto costo de los arriendos, señalado como relevante en el 90,5% de los asentamientos de la región; los bajos ingresos, presentes en el 85,7%; y la falta de empleo o cesantía, en el 52,4%. A esto se suman características propias del territorio: en la región conviven familias chilenas y migrantes, muchas pertenecientes a pueblos originarios como el Quechua, quienes en algunos casos enfrentan barreras idiomáticas y bajo acceso a información estatal. Además, la naturaleza fronteriza de Arica genera un tránsito constante por motivos laborales, lo que repercute en una alta rotación en los campamentos.

Desde TECHO señalan que las respuestas habitacionales deben considerar esta diversidad. Es necesario promover soluciones transitorias para familias migrantes que llegan por razones laborales, pero también avanzar en procesos de radicación para aquellas históricas, que muchas veces no saben que pueden acceder a apoyos estatales. La política habitacional, advierten, debe ser flexible y pertinente a las realidades locales. No bastan respuestas únicas o programas que no se ajustan a las condiciones del territorio, especialmente en contextos tan complejos como los del norte del país.

El riesgo, añaden, es seguir replicando un sistema que no alcanza a quienes más lo necesitan.