"¿Y por qué tanta ayuda?"
En una empresa privada, cuando se contrata a un gerente, este se integra directamente al equipo existente. Se espera que conozca el rubro, tome decisiones y obtenga resultados. Incluso el rol de "jefe de gabinete" lo suele desempeñar la propia secretaria o secretario, quien organiza la agenda, coordina reuniones y respalda la gestión con eficiencia.
En cambio, en el sector público, cada vez que llega una nueva autoridad, se arma un equipo paralelo de asesores, jefes de gabinete, comunicadores y operadores. ¿No resulta absurdo? En lugar de saber hacer el trabajo, parece que necesitan rodearse de otros. No queda claro si es para que les ayuden, les expliquen qué hacer o simplemente para retribuir favores a quienes los apoyaron en su llegada al cargo.
Este fenómeno se replica a gran escala. Por ejemplo, cuando cambia el Presidente de la República, lo razonable sería reemplazar solo a los ministros y Seremis, eligiendo personas con competencias reales y experiencia comprobada en gestión. El resto del aparato estatal debería estar compuesto por profesionales técnicos permanentes, con conocimiento del sistema y del territorio. Esa es la única "ayuda" que debiera necesitar una autoridad: un equipo que ya sabe hacer la pega. Así se beneficia realmente a la ciudadanía.
Pero no. La política ha convertido esta lógica en una estructura validada, diseñada para servir a sus propios intereses. En vez de un Estado profesional, tenemos una agencia de empleos para campañas políticas, siempre pensando en la próxima elección y en cómo conservar los privilegios de esta "bolsa de trabajo".
Aunque cambiar esta lógica parezca una tarea titánica, no debemos dejar de denunciarla. Chile merece un Estado eficiente, técnico, liderado por personas con experiencia en gestión, y realmente al servicio de las personas. Lo más paradójico es que esta ineficiencia -esta maquinaria política paralela- la financiamos nosotros, con nuestros propios impuestos. Y claro, para cambiar esto necesitaríamos parlamentarios que legislen pensando en el bien del país, no en sus intereses personales.
Atentamente
Rayko Karmelic Pavlov