¡Mozart no ha muerto!
He regresado al pasado, es muy temprano y el frío llega a los huesos y hoy lunes 5 de diciembre de 1791, he golpeado en forma desordenada a la puerta de la casa de Wolfang Amadeus Mozart, nos abre Salieri, insiste en que el maestro no puede atendernos, está trabajando, insistimos, necesitamos ver al genio, todo Salzburgo sabe que el maestro está grave, los vecinos y admiradores arremeten contra la puerta.
Salieri queda de lado y corremos al lecho de muerte de Mozart, junto a él está Aloysia, hermana de su mujer, el gran amor de su vida. Tratamos por todos los medios de entender, sólo escuchamos de él balbuceos de notas musicales, que van dirigidas a Salieri, éste insiste en que Mozart está bien y que le está dictando unas notas de una composición.
Mozart da sus últimos suspiros y Aloysia llora en forma descontrolada y le quita las partituras a Salieri y lo obliga a salir de la casa. Salieri se resistí, ofuscado y enojado porque las palabras de Mozart no se entienden, además que apenas respira, abandona la casa.
Las campanas del reloj del salón sonaron estridentemente anunciando la muerte de Mozart, la noticia corrió por Salzburgo, luego por el mundo.
Mozart ha muerto, tan joven, con tanto porvenir y proyecciones hacia el futuro, dolor produce, nació el 27 de enero de 1756 y hoy retrotrayéndonos en el tiempo, 5 de diciembre de 1791, ha dejado de existir contando con 35 años, 1 mes y 9 días.
Han paso unas horas y ya se especula sobre las causas de su muerte. Su médico habría indicado que murió producto de una fiebre que fue calificada de "reumática" con paralización de los centros cerebrales, una sangría habría aumentado los dolores de la agonía, otros dicen que fue envenenado y atribuyen su deceso a Salieri, su eterno rival y asiduo cortesano.
Hay también quienes indican que Mozart habría muerto envenenado por medicamentos suministrados, puesto que nunca mostró buena salud; largos resfriados, periodos febriles, vómitos que hacen suponer la presencia de una tuberculosis, una gastritis y un principio de ulcera, que le hacia padecer fuertes dolores estomacales.
Ante la duda de la enfermedad que produjo su muerte, deciden tomar todas las medidas, para evitar contagios. Todo Salzburgo quiere acompañarlo, pero las inclemencias del tiempo no lo permiten, algunos de sus amigos llegan a las puertas del cementerio, los sepultureros no se hacen problema; el viento, la nieve, el frío espantoso provoca que no lo conduzcan al lugar previamente determinado, lo tiran a una fosa común, sin saber que en sus manos estaba el genio.
Hoy han pasado 231 años, la vibración inmensa del genio está presente. Juan Crisóstomo Wolfgan Amadeo Mozart, está tocando y está vivo.
Julio Brondi Garay