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"En otro lugar"

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siguiéndolo, así como en las caricaturas. Cuando yo percibía esa nube negra, me retraía.

-En la naturaleza, sí fluía. Se llevaba a todos los críos -de distintas madres- de vacaciones juntos. ¿Conversan sobre eso?

-Nuestro tema favoritos entre los hermanos, sigue siendo nuestro padre.

-¡¿En serio?!

-Sí, hablamos mucho de él. Yo era una niña muy arrojada. No tenía miedo, a mí me encantaba esquiar, me tiraba. No tenía miedo, pero tengo hermanas que son miedosas. Ellas odiaban esas salidas. Querían regresar, esperar en el auto. Pero mi papá era un sargento que decía: ¡Suban! ¡Se van a sentir mejor! ¡Se van a sentir virtuosas! Y, finalmente todos le hacían caso, tenía autoridad, y punto. Si él decía que teníamos que subir esa montaña, subíamos esa montaña.

El PSICOANALISIS

-¿Por qué estudiaste psicoanálisis?

-Siempre quise esto. Mi mamá era psiquiatra, ella se formó en México y tenía estas libretas con el nombre, la edad, la anamnesis de los pacientes. Yo a los ocho años, me sentaba y escribía el nombre del paciente inventado y la edad y luego la historia. Muchos psicoanalistas han dicho que estudian esto porque quieren sanarse a sí mismo o quieren sanar a la familia. O quieren entender. Yo creo que en mi caso fue así, absolutamente.

-¿Lograste entender?

-Yo creo que lo logré, estuve diez años en análisis, cuatro veces por semana.

-Norman Mailer te enseñó a escribir. ¿También a leer?

-Cuando yo era chica leía cómics. Muchos cómics, clásicos ilustrados. Y él me dijo: '¿Por qué lees esto?'. La Pequeña Lulú, Batman, Robin. Yo le dije que porque me gustaban mucho las historias y me dijo: '¡Ah! ¿Te gustan las historias? ¡Vamos a una librería!'. Y ahí me compró muchos libros, ocho libros: Mark Twain, Dostoyevski, Tolstoi. Ahí me convertí en lectora. Tenía doce años.

-¿Seguirás escribiendo o esto era todo?

-Mi papá decía que no hay que contar nunca lo que uno quiere escribir porque después no lo escribes. Decía que se gastaba ímpetu al contarlo. Lo que tú tenías adentro, el inconsciente, lo que estaba en ebullición lo tenías que envolver en un papel. Y si lo hablabas, desaparecía. Ya tenía el psicoanálisis, estaba acostumbrada a meterme en mí misma, pero al escribir me conocí más. No solo yo, conocí mejor a mis padres y me liberé de ellos, eso fue lo más importante.

-¿Ahora recién te liberaste?

-De mi padre, recién. Hace muchísimo tiempo lo perdoné, perdoné todas las cosas que había hecho, dejé de tener rabia contra él. Especialmente los últimos seis o siete años de su vida que estaba tan frágil, viejito y yo lo podía cuidar. Eso fue muy sanador. En personas que han tenido padres muy fuertes e inaccesibles, que uno los pueda cuidar -de una u otra manera en la vejez- es sanador. Eso me pasó a mí. Pero escribir este libro, me liberó del miedo a escribir. Me identifiqué con mi padre: él escribía y yo también podía escribir. Podía escribir algo diferente a lo que él hacía. Él jamás habría hecho una memoria. A él no le gustaba eso. Así que al mismo tiempo que me identifiqué, me diferencié y me liberé.

- ¿Todos podemos escribir, dices tú?

-Cualquier persona que se sienta a escribir sobre sus padres, o sus hermanos o su vida o su marido o sus hijos o lo que sea… o que lleve un diario de vida, es algo que le ayudará a bajar la angustia y a conocerse más. Es sanador. Es reparador. Los ingleses tienen la costumbre de mantener diarios de vida desde chiquitos durante toda su vida. Muchísimos escritores tenían diarios.

- Este libro salió en Estados Unidos primero. ¿Qué dijo tu familia? ¿Lo leyeron antes?

-No lo leyeron antes, pero sí conversé algunos elementos, algunas historias para saber si recordaban más o menos lo mismo.

-¿Y cómo fue?

-Recordaban más o menos lo mismo. Por supuesto que había diferencias pero no eran diferencias sustantivas, lo central estaba. Por ejemplo, mi papá era un sargento, todos recordaban eso. Cuando uno escribe este tipo de libro muchas familias se rompen y se pelean.

-Es difícil unificar un relato entre tantas voces.

-Esta es mi versión, no la de mis hermanos.

El último ron

-El final de Norman Mailer es bastante triste, bien hondo. ¿Cómo fue ver a esta bestia de la escritura convertido en un trapito?

-La muerte de mi papá me quedó grabada en piedra. Al final nos tomamos todos juntos alrededor de mi papá un ron con jugo de naranja. Él también brindó así por última vez.

-Este hombre, ¿por qué fue tan así? ¿Tan descomunal?

-No te lo puedo responder rápidamente pero voy a tratar. Tuvo una madre que lo adoraba. Yo creo que es muy importante cuando tu madre te ama como ella amaba a mi papá, porque te da seguridad. Lo amaba como una "Idishe mame", como una mamá judía ama a su hijo hombre, ella era así.

-¿Cómo los aman?

-Como a un pequeño Dios. Es así, en la cultura judía los hijos hombres son adorados porque van a ser médicos o abogados o rabinos. Van a ser muy inteligentes o incluso genios. Esa tradición es casi un chiste dentro de la religión. Norman tuvo eso: una madre que protegió a todos. Tuvo a muchas mujeres alrededor: tías, hermana, primas. Y todas lo adoraron y pensaron que él era lo máximo. Que iba a ser un genio, que haría algo maravilloso.

-Y fue escritor, a pesar de que también estudió ingeniería aeroespacial.

-Mi padre decidió ser escritor cuando tenía 19 años, que fue cuando conoció a mi mamá. Decidió que no iba a ser ni ingeniero ni iba a ser médico ni abogado, iba a ser escritor y él sabía que sería un gran escritor, porque tenía esa seguridad de la madre. Entró al ejército como soldado raso, pudiendo haber sido oficial, porque quería conocer el ejercito desde dentro. Ahí obtuvo todo el material que necesitó para escribir su primera novela: "Los desnudos y los muertos". Para muchos esa es la gran novela del Siglo XX sobre la Segunda Guerra Mundial. Con eso él se hizo famoso a los 25 años.

-¡A los 25!

-Dejó de ser un personaje anónimo y se convirtió en un personaje público. Tuvo una especie de disociación, de despersonalización: "Ese Norman, ese Norman Mailer de que hablan ese soy yo". Él lo escribe en alguna parte. Y se fue apoderando de ese personaje. Era como un rockstar. Íbamos al cine y le decían: "Oye, ¿tu eres Norman Mailer?" No supo qué hacer con la fama. Estuvo muy mal, muy desorientado, se divorciaron con mi mamá. Ahí empezó a ir experimentando en todos los lugares donde podía experimentar. Yo nunca conocí a una persona que tuviera su energía. Tal vez alguien diría que era bipolar.

-¿Tú qué piensas?

-Podría ser. Él podía estar escribiendo tres cosas al mismo tiempo, hacer películas. Hizo varias, todas malas pero él las pensó, él era el actor principal, dirigía, distribuía, hizo la publicidad. Hizo política, tuvo seis esposas, nueve hijos, nos juntaba a todos en los veranos y seguía escribiendo. Escribir siembre fue lo más importante. Lo primero. Lo único.

"Tuvo una madre que lo adoraba. Yo creo que es muy importante cuando tu madre te ama como ella".

"Susan Mailer Lumen 370 páginas $18.000

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