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Las obsesiones del ensayista

En "Una historia posible" (Hueders) Manuel Vicuña ejerce la libertad de pensar en los celos, los beatnik, la paranoia, el deseo de vivir otras vidas y la suerte que juega a favor y en contra.
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Por Cristóbal Gaete

Grandes temas humanos atravesados por una infinidad de lecturas es lo que ofrece "Una historia posible" (Hueders), el nuevo libro del ensayista e historiador chileno Manuel Vicuña. Suyos son "Hombres de palabras. Oradores, tribunos y predicadores" y "Un juez en los infiernos. Benjamín Vicuña Mackenna", ambas obras reconocidas por el Consejo del Libro como los "mejores ensayos publicados" en su momento.

Vicuña, director del Centro para las Humanidades de la Universidad Diego Portales, escribe esta vez sobre varios temas: "El libro es muy digresivo, salta desde la literatura a la vida e ida y vuelta, pasando por un sinfín de cosas: la paranoia, los celos, el suicidio, el deseo de tener otras vidas y el azar que nos juega a favor o en contra. Mi interés en todos estos asuntos obedece a obsesiones propias: temas que no eliges, sino que se te imponen, y de los cuales no te queda otra que hacerte cargo".

Para estas obsesiones elige el ensayo, esta vez uno de carácter personal, que indaga sobre sí mismo. En este género literario dice encontrar "una libertad enorme, que a veces da satisfacción y a veces abruma un poco, porque encontrar el tono adecuado para hablar de uno mismo, de manera directa o indirecta, es muy difícil cuando estamos empeñados en evitar la impostura. Nunca antes había escrito ensayos personales, textos que no se refieren a un tema específico, sino a cuestiones que, esté hablando de mí o no, siempre tienen un fuerte componente autobiográfico", explica Vicuña.

- El ensayo "Irse por las ramas, derecho a lo esencial", cita a Raúl Ruiz. ¿Cuánto hay que escribir para encontrar respuestas?

-No sé si hay que escribir mucho, pero sí hay que escribir, porque la escritura hace manifiesto asuntos que antes solo vivían en estado de latencia. Pero no sé si hay que andar detrás de respuestas necesariamente. A Ruiz le interesaba más eludir las respuestas definitivas y el ensayo, siempre tiene algo de tentativo, siempre ata cabos para dejar algo abierto.

Sin mapa, errante

-¿Escribe con un mapa o es la escritura la que lo va dirigiendo la ruta a seguir?

-Escribo sin mapa, o solo con unas ideas muy generales en la cabeza. Dejo que la escritura siga su curso, lo que en todo caso no es un proceso automático: igual hay que ir orientando, y esas orientaciones a veces tienen que ver con las lecturas que uno hace durante el proceso de escritura. Para mí leer y escribir son dos actividades que van de la mano. Las derivas en la escritura reflejan las lecturas de un diletante, de un lector errante.

-Escribe sobre los "beatnik". ¿Cómo crees que lo pasó Ginsburg en Chile?

-Bien, me imagino, pese a la abstinencia sexual que le impuso un entorno social poco proclive a la homosexualidad y menos aún a una homosexualidad desenfadada. Cuando visita Chile, en el año 1960, está en plena fase de exploración vital. América Latina, para los beatnik, representaba la posibilidad de aventurarse en nuevos estados de conciencia y formas de existencia menos cuadriculadas por la modernidad. Su amistad con Nicanor Parra, en quien encuentra un alma gemela, debe haberle resultado muy estimulante. En esa época de intelectuales comprometidos con la consigna, Parra le ofrecía un pequeño oasis para quien no tenía las mañas de un rígido militante de izquierda.

-También reflexionas sobre Alfredo Gómez Morel y Anne Sexton. ¿Qué vieron ellos en la escritura ?

-En ambos casos, se trató de psiquiatras que vieron en la escritura una especie de complemento de la terapia, o una forma posible de sanación o rehabilitación. Deben haber quedado sorprendidos por los resultados. La novela "El río" de Gómez Morel es un hito de la literatura autobiográfica chilena, es de los libros más descarnados que tenemos, y sobre un mundo, el del hampa, del cual sabemos poco. Y Sexton, bueno, se transformó en una poeta deslumbrante, que se salió de ruta para explorar lugares insospechados de la psique humana y de la experiencia femenina.

-¿Por qué cree que en Chile no hay tantos escritores dispuestos a sincerarse tanto? ¿Importará lo que diga un libro en tiempos donde se asegura que se lee menos?

-No importa tanto si se lee menos. Importa más quiénes te leen. Y cuando lo haces de temas personales, siempre hay familiares quisquillosos a la redonda, que se ofenden por cualquier cosa. El veto de las familias o de los entornos sociales ha sido decisivo en Chile a la hora de inhibir las confesiones. Los costos sociales de la sinceridad son altos. Hay gente que ha recibido amenazas de muerte por querer ventilar en público cuestiones propias de la intimidad de las familias. Pero ese orden burgués va a la baja. Creo que ahora hay mayor soltura, más autores y autoras dispuestos a exponerse.

-Lee con atención los libros finales de Enrique Lihn y Gonzalo Millán, escritos al borde de la muerte. ¿Qué les hizo escribir en esas condiciones?

-Es difícil decirlo. Ambos tenían una relación estrecha con la muerte. La muerte protagoniza la poesía de Lihn desde los años 60, y Millán era hijo de una mujer suicida, era alguien que comprendía a la poesía como el pasaporte a los territorios salvajes de la experiencia. La muerte es la zona muda, como decía Lihn, y las palabras son la manera de medir hasta dónde llega la vida de la conciencia. Creo que Lihn y Millán eran poetas que en el cáncer terminal encuentran la prueba decisiva de la escritura y una posibilidad de otorgarle algo de sentido a lo que parece carecer de ello.

-Ensaya sobre los celos. ¿Cuándo fue la última vez que los sintió?

-Dejé de llevar registro y además mi memoria retiene poco, pero así como han estado en el pasado, estarán en el futuro. Son una constante antropológica, algo que experimenta todo el mundo, hasta los dioses en distintas tradiciones religiosas. Por algo será.

-En su libro discurre sobre el insomnio. ¿Ha dormido bien?

-Mejor que nunca, al menos según mis estándares, bastante poco exigentes.

"Una historia posible"

"Manuel Vicuña Hueders 114 páginas $12.000