Hogar de Cristo es uno de los principales consumidores de pañales desechables para adultos en Chile; si no el primero.
Un ítem sanitario clave para cualquiera que haya cuidado a adultos mayores no valentes o a personas con discapacidades diversas o en estado de postración. Un objeto clave en el que es imposible hacer reciclaje o usos extendidos para ahorrar, aunque cuando no hay cómo financiarlos, no queda otra que recurrir al ingenio.
Conocemos de cerca el caso de una dirigente vecinal que recolectaba ropa usada, no para hacerse unas monedas como "colera" en la feria, sino para seleccionar la que era de algodón y convertirla en pañales de género a la antigua. Lo hacía para apoyar a otras mujeres, vecinas que tenían a una persona mayor postrada o a alguien con discapacidad y no les alcanzaba para comprar los desechables. No era lo ideal. Ni lo más fácil ni lo más higiénico, pero qué hacer.
Con el incremento de los precios de los bienes esenciales, a nuestros programas residenciales que atienden justamente a estas poblaciones en abandono y con necesidad de cuidado permanente, se les están produciendo agujeros bajo la línea de flotación, que requieren del apoyo de todos y todas. El forado económico que nos ha generado el alza de los pañales desechables se traduce en una cifra impactante: 30 millones de pesos en lo que queda del año. Y lo más complejo es que no son sólo estos insumos sanitarios los que han subido.
Sucede lo mismo con los gastos de alimentación, de calefacción, de transporte, de aseo e higiene… Es una suma que se multiplica en el total cada mes y nos tiene estimando un déficit presupuestario de mil 200 millones de pesos en nuestra operación nacional.
Sabemos que esto no nos sucede sólo a nosotros. Cada familia que tiene un integrante con dificultades motoras, descontrol de esfínteres, discapacidades físicas, neurológicas o del tipo que sean, está resintiendo el alza de los pañales para adultos, que es un ítem ineludible. Y a eso hay que sumar todo los demás que permite la sobrevivencia. También sabemos que la generosidad existe. Que los más desvalidos que están bajo nuestro cuidado no son responsabilidad sólo nuestra y que necesitamos de la ayuda de todos ustedes para sobrellevar esta dura etapa de carestía. Ojalá que lo más caro sea, en el sentido de lo más querido, proteger a los que no pueden hacerlo por sí mismos.
Patricio Moyano, jefe de operación social de Hogar de Cristo