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[JAIME ARANCIBIA, DOCTOR EN DERECHO DE LA U. de Cambridge y académico de la U. de Los Andes:]

"Es casi imposible reemplazar 200 años de evolución constitucional en nueve meses y que quede bien"

El experto aborda el sistema político que debería proponer la Carta Magna, sugiere volver al voto obligatorio y analiza los temas candentes que vienen. "Recién comienza la discusión de verdad", afirma.
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Mauricio Avila - La Estrella

El devenir del proceso constituyente es seguido por la ciudadanía, pero también en especial por el mundo académico, que ve tantas singularidades en una instancia que cada día entrega lecciones o motivos de análisis. Jaime Arancibia, docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, investigador de POLIS, el Observatorio Constitucional de la misma casa de estudios, y doctor en Derecho de la Universidad de Cambridge, hace un repaso de estos primeros seis meses de Convención con Elisa Loncon y Jaime Bassa a la cabeza y proyecta lo que se viene.

-¿Cómo califica el trabajo de la Convención Constitucional en estos primeros seis meses?

-Hasta ahora la Convención ha cumplido de forma aceptable con las tareas y el programa trazado por el Reglamento: organización de comisiones, debates temáticos, audiencias ciudadanas y transparencia ante la sociedad.

-En ese contexto, ¿qué evaluación hace de la gestión de la mesa encabezada por Elisa Loncon y Jaime Bassa?

-Lo principal es que cumplieron bien con la difícil tarea de instalar y poner en marcha un órgano colegiado del que no había precedentes en Chile, con todo lo que ello implica, en un ambiente de tensión política y pandemia. Un bemol es que algunas de sus declaraciones y omisiones se alejaron del rol de representar y velar por el interés de todos los miembros de la corporación. El espíritu republicano demanda que las altas autoridades no incurran en prácticas partisanas estando en cargos directivos.

Lo bueno y lo malo

-¿Cuáles son a su juicio los hitos (negativos y positivos) del trabajo convencional hasta ahora?

-Lo positivo es que han oído a muchas personas y representantes del mundo social, de distintas partes del país. Destaco también el haber logrado un clima de trabajo conjunto pese a las diferencias de vida y pensamiento de cada uno. Observo, además, un alto grado de transparencia acerca del contenido de las reuniones y de las propuestas preliminares. A nivel temático, han aparecido propuestas modernas como las garantías de acceso a medios digitales, una mayor preocupación por el cuidado del medio ambiente, la sostenibilidad energética y el aseguramiento de derechos sociales.

En cambio, no me parece bien el afán de varios de reescribir o refundar la Constitución entera. Como dijo el Presidente Boric en su discurso de triunfo: "… sé que la historia no parte con nosotros… nuestro proyecto es de una larga tradición histórica". Ese es el espíritu que debería impregnar a la Convención y no el de cambiar la redacción de todo. Desde luego porque la madurez institucional de un país depende de su grado de respeto a normas centenarias, como insistieron Aylwin, Lagos y Bachelet. Con excepción de la Carta de 1980, la historia constitucional chilena ha sido de reformas y no de refundaciones. Es preciso retomar esa costumbre, propia de países desarrollados. Tenemos la oportunidad histórica de tener una Constitución representativa de todas las generaciones de chilenos.

Una buena reforma mejora lo malo, pero mantiene lo bueno. Además, es prácticamente imposible reemplazar 200 años de evolución constitucional en nueve meses y que quede bien. Varias de las normas fundamentales de la actual Constitución han madurado durante siglos. Algunos textos nuevos o de reemplazo que he revisado incluso están mal redactados. Eso puede generar problemas serios de inseguridad o confusión jurídica.

Observo también una tendencia a la profusión de normas. Hay varias propuestas de preceptos que no tienen relevancia constitucional y que son propios de una ley. Es preciso insistir en la sobriedad y elegancia constitucional: menos es más. Piense usted que la OECD ha hecho estudios empíricos que demuestran que mientras más artículos tiene una Constitución, más pobre y corrupto es el país.

Pienso también que falta participación ciudadana en el tramo final de la discusión. No basta con oír a la gente antes de redactar los artículos. También es necesario conocer su opinión acerca de la propuesta de articulado antes del plebiscito, para poder corregirlas. Esto se hace, por ejemplo, mediante plataformas que permitan exhibir los textos y recibir comentarios, como ocurre en otros países. Pensemos en los papers (blanco y verde) o en la labor del Public Bill Committee en Inglaterra. Lamentablemente, eso no está previsto en el proceso actual.

-Las dificultades para elegir nueva mesa, ¿son un buen o un mal indicio?

-En mi opinión no es bueno ni malo. Es lo que puede ocurrir en un cuerpo compuesto por una gran cantidad de personas con múltiples intereses particulares. Además, estando tan regulado el trabajo de la Convención, tanto en la Constitución como en el Reglamento, la integración de la mesa directiva es relevante pero no es lo más importante. Lo crucial ahora es que puedan hacer la tarea encomendada por el pueblo de Chile: hacer una buena propuesta de Constitución. Sin perjuicio de eso, sí es un mal indicio para aquellos que están pensando en un régimen parlamentario de gobierno. ¿Estaríamos dispuestos a entregarle la función ejecutiva, con la agilidad y eficacia que ella exige, a una asamblea que tarda tanto en escoger a sus directivos?

"Hay varias propuestas de preceptos que no tienen relevancia constitucional y que son propios de una ley".