Agresividad en el tránsito

Especialmente tras el confinamiento, el regreso de los vehículos y los tacos a las calles han dado paso también al retorno de imprudencias, insultos, discusiones, peleas, hasta atropellos y accidentes. Son consecuencias que pueden venir de la mano de conductores agresivos. No es muy difícil constatar en Arica esta realidad que mencionamos en este espacio. No son pocos los conductores que guían por distintas arterias de la como si estuvieran en una pista de carreras, o en un circuito callejero de la Fórmula 1. Hablamos de mucho más que altas velocidades, maniobras arriesgadas o adelantamientos indebidos.

Se trata, tristemente, de una "actitud de vida" de estos conductores, que al parecer no conciben guiar un vehículo si no es con alta agresividad. Es fácil identificarlos: En los semáforos aceleran ruidosamente a la espera de la luz roja y casi tocan al vehículo que les antecede, como si de esa forma el semáforo cambiara a verde más rápido.

También suelen gesticular: mueven las manos pidiendo más rapidez, levantan los brazos, los sacan por la ventana y hacen gestos obscenos a quienes ellos consideran manejan "mal", o simplemente responden a bocinazos.

Con su actitud y accionar sólo dejan en evidencia que son conductores peligrosos y no pocos han recibido infracciones por parte de Carabineros, que los han sorprendido en flagrantes faltas a la ley. También -y ellos lo saben- se han "salvado" de varios accidentes de tránsito o simplemente los han sufrido, pero no de gravedad lo que los hace recaer.

Muchos, curiosamente, se consideran "expertos al volante". Para ellos, el resto no sabe guiar un vehículo. Y claro, muchos conducen máquinas que no pueden desarrollar "todo su potencial", con motores poderosos que pueden "humillar" a cualquier otro chofer. Pero son quienes muchas veces terminan siendo el punto de partida para accidentes en los que las víctimas más inocentes suelen ser peatones o hasta ciclistas.

Es en estos casos cuando se confirma la necesidad de entender que la licencia de conducir debe ser un privilegio. Hoy, siendo un derecho, sin duda es uno que debe ganarse.

"Las reacciones y conductas agresivas en el tránsito se han convertido en un escenario común y peligroso".

Adiós, don Julio

Arica, en su historia se ha construido, cimentado y fortalecido, gracias al quehacer de grandes hombres y mujeres, muchos de ellos reconocidos en las denominaciones de poblaciones, calles y avenidas, pero también de muchos otros que, de perfil más bajo, finalmente nunca recibieron de su ciudad el reconocimiento que tanto merecen.

Don Julio Villarroel Astudillo, un "viejo lobo de mar" ariqueño, es uno de ellos. Finalmente, a sus 104 años se despidió definitivamente para emprender el viaje hacia el más allá. Llegado muy niño desde el sur, se asentó en nuestra ciudad, y desde su adolescencia tuvo cercanía con el mar, dedicándose al oficio de la pesca, labor que desempeñó por cerca de 80 años, presidiendo además el Sindicato de Pescadores Artesanales de Arica, por mucho tiempo.

Su figura era familiar en el antiguo barrio de Yungay entre Colón y Baquedano, en donde conformó una gran familia con su esposa Berta Zambrano: 12 hijos, 30 nietos, 41 biznietos y cuatro tataranietos.

Sus últimos días los pasó al cuidado de su hijo Luis, destacado boxeador ariqueño en los tiempos antiguos, campeón de los Guantes de Oro, y su nuera Xenia, quienes se esmeraron en atenderlo y cuidarlo hasta el último de sus días.

Tras su velatorio, el cortejo fúnebre llegó hasta la caleta de pescadores de calle Máximo Lira, en donde recibió el vibrante homenaje de sus pares, los viejos pescadores ariqueños y los actuales, quienes aprendieron a conocer y respetar su larga trayectoria laboral y sindical.

Hasta una década atrás, su figura era reconocida diariamente, junto a otros ariqueños ya jubilados, cuando se juntaban todas las mañanas en la esquina de 21 de Mayo con Colón, para compartir fraternalmente la amistad y comentar las últimas novedades del acontecer ariqueño.

Don Julio Villarroel, ariqueño de corazón desde su lejana infancia hasta sus últimos días, al igual que muchos de nuestros "viejos" que ya se fueron, merece un reconocimiento oficial de parte de nuestras autoridades, por su tremendo aporte laboral y sindical de muchas décadas en pos de mejorar las condiciones de trabajo de los pescadores ariqueños.

"Merece un reconocimiento oficial de parte de nuestras autoridades".

Miguel Durán Candia, Profesor

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