Dieron el adiós a Julio Villarroel, querido "viejo lobo de mar"
Falleció uno de los pescadores más antiguos del muelle ariqueño, dejando un tremendo legado entre familiares, amigos y colegas.
Cuando Roxanna Villarroel piensa en su abuelo Julio, de inmediato lo asocia con un viejo lobo de mar, un hombre que dedicó su vida a la pesca, a su familia, a sus amigos y a su querido muelle.
Y es que desde los 14 años, Julio Villarroel Astudillo se dedicó al oficio que le trajo tantas alegrías. Varias décadas despés, a los 104 años, el hombre dio su último respiro, dejando un legado imborrable entre quienes lo conocieron.
El adiós fue en la caleta. Allí llegó la carroza fúnebre para que sus colegas y amigos pudieran despedirse del hombre que en la época de la dictadura militar fue presidente del Sindicato de Pescadores Artesanales y logró conseguir el muelle en el que nuevas generaciones ofertan los valiosos productos del mar.
Casado con Berta Zambrano, quien falleció años atrás, tuvo 12 hijos, 30 nietos, 41 bisnietos y cuatro tataranietos. Vecino eterno del casco antiguo, pasó sus días en la calle Yungay, frente al hotel Savona.
"Fue un hombre de mar toda su vida, trabajó hasta cerca de los 80 años y falleció de viejo porque no tenía ninguna enfermedad, era totalmente sano. Su secreto era la buena alimentación, siempre nos hablaba de las bondades de los pescados y mariscos, amaba los productos del mar", reconoció Roxanna.
Los últimos años
Su nieta lo recordó como una persona que se preocupaba por los demás, que ayudó a mucha gente y vivía pendiente de su familia y amigos, "por eso su mayor legado es haber contribuido y ser un aporte para los pescadores, dejándoles un buen camino para que ellos puedan continuar con su labor".
Bueno para la talla, pero también con carácter y a veces hasta gruñón, Julio era un buen padre. Ninguno de sus hijos siguió el camino de la pesca, solo Julio hijo, que de vez en cuando lo acompañaba al mar a pescar.
También se dedicó a fabricar barcos a escala que luego comercializaba en el Paseo 21 de Mayo. En los últimos años de vida, sus familiares lo llevaban en silla de ruedas a pasear por el muelle y allí se entretenía conversando con algunos colegas. "Tenía una muy buena memoria, siempre recordaba todo su trabajo en el mar, quienes lo acompañaron, cómo pescaban la albacora y otras anécdota", comentó Roxanna. Sin embargo, hace dos semanas un problema en su pierna hizo que su salud decayera. De ahí no repuntó, era el teimpo de surcar mares eternos.
Su despedida fue ayer en la parroquia Sagrado Corazón y sus restos descansan desde el mediodía en el cementerio general.