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"Cuando ocurrió todo en 1973 me dijeron 'no salgas a la calle porque puede caer una bomba' y abrí la puerta y cayó una bomba".
lo hice. Él busca libros, pero está todo escondido. Todos contaron la historia de que fue un bombardeo perfecto: no hay una foto del hospital destruido… Tiene que ver con cómo los ganadores finalmente cuentan lo que pasó, y eso está desde (Winston) Churchill, cuando dice "voy a contar la historia porque nosotros ganamos la Segunda Guerra Mundial" y le dan hasta el Premio Nobel.
-¿Y de dónde sale este narrador?
-Viene de vivir el boom de la crónica latinoamericana, entre 2002 y 2012. El narrador estuvo en las revistas Etiqueta Negra, Gatopardo, SoHo; en talleres con Tomás Eloy Martínez ("Santa Evita"), Martín Caparrós ("Ñamérica"). A diferencia del boom latinoamericano de novela, este genera que estudiantes de periodismo y literatura empiecen a seguir a sus autores, conozcan sus vidas.
-¿Cómo fue lanzar un libro sobre Dios ("Un dios Portátil") en medio de una pandemia, cuando muchos se sintieron defraudados?
-El libro de alguna manera desapareció y ahora reflotó con el Premio Municipal, me alegra que se hayan fijado en él porque no es un libro periodístico clásico.
-Tu dios ayudándote.
-(Ríe) Es un libro muy raro, por el cual di muchas más entrevistas mientras lo escribía que cuando lo lancé. Este libro yo lo viví en India, en Nueva York, en Palo Alto, en Chile, en la selva peruana, en Argentina, mientras que cuando escribía la novela, nadie sabía que lo estaba haciendo.
-Entre las creencias que exploras en "Un dios portátil" está la Santa Muerte, cuyas figuras acá, hasta el momento, se venden como objetos de decoración, pero en tu relato muestras que no es un tema liviano.
-Los narcotraficantes quieren tener su propio credo, porque da mucho poder y es lo único que les falta para tener su propio pedazo de un sistema social perfecto. Cuando un candidato a presidente te habla de dios, él ya tiene su propio credo. Los narcos también lo quieren tener, porque ya tienen sus propias mansiones, autos, y le han dado una vuelta que es muy cool, que en el fondo la gente igual necesita creer, pero no en lo clásico.
-Silicon Valley lo cuentas como un mundo muy de Aldous Huxley ("Un mundo feliz").
-En este libro publiqué sobre los funerales online. Yo deseaba que el mío fuera así y ahora está pasando de esa manera. Si acá contaba que me quería comprar un dios, me habrían mandado al psiquiátrico, pero allá y en la Universidad de Stanford la respuesta era obviamente sí, y la U. de Nueva York me ayudó a seguir con el proyecto. Ellos financian muchas cosas que pueden ser un disparate o que luego van a definir nuestra normalidad. Por otro lado, Silicon Valley tiene toda esa maravilla y esa desgracia humana de ser un lugar donde está lleno de buscadores de oro. California siempre ha sido una zona así (desde "la fiebre", a mediados del siglo XIX), entonces hay mucha gente que se va (mentalmente), otros que se arruinan… Por eso hay otras religiones, yo estuve en el credo hípster que hay ahora.
-La Iglesia Hillsong, donde estaba Justin Bieber.
-Sí. Ahí todos los ingenieros, los trabajadores de Facebook y de Google, van a ceremonias los fines de semana con bandas de rock, como un pub, pero con entrega espiritual, están en otra.