Editorial
Nuestra huella de carbono
Nuestra generación ha tenido acceso a servicios, alimentos y consumo como nunca antes en el planeta. A veces es difícil verlo, pero no siempre el agua potable salió de la llave, no siempre bastó un click para encender la luz y solo hace una generación las personas acostumbraban a reparar sus zapatos cuando estos se malgastaban.
Las noticias de la semana recién pasada respecto a que llegamos a un punto de no retorno respecto al calentamiento global, nos deberían sacudir y hacer darnos cuenta que esos privilegios generacionales tienen un costo. Como dijo una experta en televisión, no podemos seguir hablando solo de crecimiento como la meta del desarrollo. Debemos empezar a pensar en renunciar a comodidades, no hay otra manera de por lo menos detener el calentamiento global.
Es verdad que la mayor parte de los gases de efecto invernadero son generados por las grandes industrias, pero no podemos desligarnos de nuestra responsabilidad como individuos.
Los equipos electrónicos que nos gusta ocupar, los plásticos de las botellas y envases que utilizamos, la bencina que le ponemos al auto, la carne que consumimos, la ropa que compramos en multitiendas, todo es producido por esas grandes industrias. Y esas grandes industrias no producen por producir, producen porque nosotros consumimos.
Algunos datos de las Naciones Unidas: Cada año, se estima que un tercio de toda la comida producida (el equivalente a 1300 millones de toneladas con un valor cercano al billón de dólares) acaba pudriéndose en los cubos de basura de los consumidores y minoristas, o estropeándose debido a un transporte y unas prácticas de recolección deficientes. Si todo el mundo cambiase sus bombillas por unas energéticamente eficientes, se ahorrarían 120 000 millones de dólares estadounidenses al año. En caso de que la población mundial alcance los 9600 millones de personas en 2050, se podría necesitar el equivalente a casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los estilos de vida actuales. Llegó el tiempo del consumo responsable, de hacernos cargo de nuestra huella. O en pocas generaciones estaremos peleándonos con rocas y palos por lo que quede de planeta.
"Debemos renunciar a comodidades, no hay otra manera de por lo menos detener el calentamiento global".