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"Linea nigra"

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en México. Sí, es un momento durísimo para la crianza y creo que apenas estamos empezando a evaluar sus verdaderas consecuencias.

-¿Cómo entra el colectivo en tu crianza?

-Me impresionó mucho un cuento que leí de Donna Haraway que plantea una sociedad utópica en el futuro, en que para tener un hijo, necesitas que seis personas -no recuerdo el número exacto- o un número mayor a dos definitivamente, tienen que ponerse de acuerdo. Todas estas personas tienen la misma responsabilidad respecto de este niño, niña o niñe, porque además son seres híbridos que están mezclados con características de otros seres vivos. A mí me parece muy hermosa la idea.

-¿Qué piensas del estereotipo de la familia?

-Todavía existen prejuicios acerca de las familias que no se atienen al estereotipo característico de la familia nuclear. Está mal visto que, no sé, por ejemplo las familias vivan con las abuelas o con los tíos. De nuevo, creemos que es mejor que toda la responsabilidad recaiga en la pareja, y en particular en la madre. Últimamente hay muchos discursos que están poniendo esto en cuestión. Bueno ni tan últimamente, porque son discursos que venían desde varios teóricos y teóricas comunistas y de la anarquía. Sí creo que estamos en el momento en que es cada vez más evidente que tenemos que modificar nuestra noción de familia, abrirnos más a la idea de la familia elegida y a una idea de la crianza colectiva que también involucra al Estado. Necesitamos crear sistemas de cuidados en los países que permitan crianzas más libres, más gozosas y más sanas para todos.

Violencia

-Experimentaste hostilidad médica. ¿Cómo fue ese proceso?

-El tema de la violencia obstétrica es otro tema del que tenemos que hablar más. Está muy presente en las historias de las mujeres y es una violencia que tiene consecuencias muy dolorosas para las mujeres y sus hijas e hijos.

-¿Por qué?

-Antes, y aún en muchos lugares, el parto solía ser atendido por parteras. Eran mujeres que tenían conocimiento vastísimo, transmitido de generación en generación, respecto al cuerpo de las mujeres, al embarazo y al parto. Tenían empatía. En cambio, esta aproximación hospitalaria del embarazo y el parto es una aproximación muchas veces capitalista. Es más fácil hacer cesáreas por montones, porque se pueden organizar y cobrar mejor.

-En este libro dejaste por aquí y por allá menciones plásticas de la maternidad.

-Fue muy natural para mí hablar de las artes visuales relacionadas con el tema de la maternidad. Mi madre es pintora, mi padre es museógrafo, la plástica es un lenguaje con el que yo crecí. Hice una colección de referencias literarias y visuales de mujeres para crear una comunidad sensible, intelectual, que me acompañara y que acompañara después a quien leyera.

-¿Cómo has estado en confinamiento?

-En México estamos en el momento más bajo de contagios desde el inicio de la pandemia. Hemos transitado a lo que acá se llama el semáforo verde, es decir un momento de mayor apertura. Un gran porcentaje de la población ya está vacunada, incluidos nosotros, y eso cambia por completo las cosas. Mi hijo está yendo a una célula escolar todos los días, podemos volver a trabajar, podemos volver a retomar el ritmo y poco a poco la vida social, la vida cultural. Ha sido muy duro pero ya vemos la luz al final del túnel.

"Falta que los hombres entren más desde la literatura a estos temas, ¿y desde la vida no? Falta que repartamos mejor las tareas de crianza, las labores domésticas, las labores de cuidado".

"Jazmina Barrera Editorial Montacerdos 170 páginas $13.900

viene de la página anterior

Una borradura

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Los arqueólogos se debaten sobre si la figura mexica de la mujer pariendo, que resguarda la Colección Bliss en Washington, es, en realidad, mexica. Muchos aseguran que es del siglo XIX. Pero da lo mismo, eso no demerita el poder de la imagen: la boca grande, abierta con todos sus dientes, la nariz dilatada, las clavículas abiertas, la mirada al cielo, las cuencas vacías de los ojos, la cabeza del niño que asoma de la vagina, las manchas de la piedra, como venas y arterias. La mujer parece a la vez más fuerte y viva que nunca, y una calavera, la muerte misma.

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Lo de las náuseas sucede también a un nivel metafórico. Por ejemplo, estábamos la otra noche en un asado, y de un momento a otro sentí la necesidad de salir corriendo de ahí. Creo que fue una combinación del ambiente y el humo. La sensación se parecía mucho a las náuseas: el reflejo involuntario después de una repulsión repentina. Siempre fui propensa a aguantarme en situaciones desagradables o incómodas, a disimular, pero ahora no puedo. Las cosas que me disgustan lo hacen con más fuerza y no me aguanto, porque me parece injusto con el bebé, que no tiene por qué soportar nada.

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Encontré un artículo que discute dos teorías. La primera es que una mujer embarazada es un contenedor que resguarda dentro de sí a un ser independiente. La segunda es que el bebé es parte del cuerpo de la mujer embarazada, como si fuera un órgano más. Pienso que las dos teorías son correctas. Es las dos cosas al mismo tiempo, y se va transformando. Al principio es una célula de tu propio cuerpo. Eres tú. Lo que pasa al comienzo del embarazo te pasa solo a ti. Poco a poco, esa parte de ti se va volviendo un ser distinto, y tú eres cada vez más un recipiente. El proceso, según Simone de Beauvoir, tiene consecuencias sublimes y terribles: "El feto es parte de su cuerpo, y al mismo tiempo es un parásito que la explota; lo posee y es poseída por él; contiene su futuro entero y, llevándolo dentro de ella, se siente tan vasta como el mundo; pero esta misma riqueza la aniquila, y siente que no es nada".

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No sé en qué momento desaparecieron los pies de mi vista. Hoy, mientras me bañaba, me di cuenta de que ya tampoco puedo ver mi ombligo cuando estoy de pie. En el espejo veo que se está desvaneciendo. Ha perdido profundidad y ahora es apenas un asterisco. Pronto va a desdibujarse por completo. Era la única marca visible de que alguna vez viví dentro mi madre, me alimenté a través de ella, fui parte de ella. La única marca de esa prehistoria en la que fui un embrión igual a los embriones de todos los vertebrados y luego igual a todos los mamíferos. Así se ve el tránsito entre ser hija y ser madre, como esa lenta borradura.

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Mi amiga Laura tiene casi las mismas semanas de embarazo que yo. Cuatro más. Por ese mínimo grado mayor de experiencia, y porque es divertida y encantadora, decido que va a ser mi Virgilio. Me urgía un Virgilio. Me está aconsejando en todo: el doctor, el hospital, la ropa. Por teléfono me quejo con ella de los malestares. Le hago mala fama al embarazo, porque hablo más de lo raro y de lo incómodo y no cuento, por ejemplo, lo emocionante que es sentirlo moverse. Sus patadas y sus desplazamientos me parecen una especie de clave morse: nuestra primera comunicación, deliciosamente ambigua y unidireccional.