Editorial
Democracia
El último informe anual del instituto sueco V-Dem de la Universidad de Gotemburgo cita que a nivel mundial los niveles de democracia han retrocedido al nivel de hace tres décadas, debido a una aceleración de las tendencias autócratas, cuyos principales ejemplos parecen ser el expresidente norteamericano Donald Trump y el mandatario brasileño Jair Bolsonaro.
El fenómeno y emergencia de los populismos, nacionalismos y actores carismáticos ha sorprendido al mundo y lo seguirá haciendo, pues parecen estar las condiciones para ello, considerando el retroceso que han presentado dos corrientes que dominaron las últimas décadas: la social democracia y la derecha liberal.
Hechos como las corrientes migratorias, la pérdida de empleos y aumento de la pobreza debido a la globalización, el fortalecimiento de China, provocan incertidumbre y no han sido abordadas de manera práctica y que haga sentido a los sectores que hoy se sienten postergados por estas olas que difícilmente serán detenidas y tampoco han sido mitigadas comprendiendo mejor sus efectos.
La democracia, como sistema de gobierno, está en riesgo por ello: por la tentación que tienen los ciudadanos de validar opciones alejadas de los partidos, que desprecian o desconfían de las libertades y relativizan ciertos acuerdos que apuntan al bien común.
Eso debe cuidarse en Chile: la libertad.
Lo positivo es que el mismo informe sitúa a nuestro país en la parte alta de la tabla de los países más democráticos. Según el documento -correspondiente al año 2020-, Chile es el país 25° con mayor nivel de democracia en el mundo, ubicándose dentro del 20% más alto. A nivel continental, es el tercer país de América, solo superado por Costa Rica -que destaca como 4° del mundo- y Uruguay (16°).
Desde 1990, con la recuperación de la democracia, Chile ha avanzado una enormidad en libertad y logros de desarrollo. Una va de la mano de la otra, se aportan mutuamente y en aquello debemos tener coincidencias y convicción. La democracia, la integración al mundo, la ubicación del ser humano en el centro de los esfuerzos, es lo que hace la diferencia, no los autoritarismos o los cantos de sirena de algunos que pretenden acortar caminos con pura demagogia.
"El fenómeno y emergencia de los populismos, nacionalismos y actores carismáticos ha sorprendido al mundo".