Nuestros equipos de salud han tenido que renunciar, en solitario, a sus vidas. Han menoscabado sus horas de sueño, alimentación, bienestar físico, vida familiar, enfrentando una tremenda sobrecarga laboral. Sobreviven a experiencias afectivas como el miedo a contagiarse, el temor a equivocarse, la frustración, angustia, inseguridad, palpar la muerte con alta frecuencia de pacientes, de sus propios familiares y de compañeros de trabajo, y así, una larga lista. Muchos se han enfermado y no sólo de COVID, también de su salud mental. ¿Serán acaso suficientes los recursos y estrategias implementadas por las Instituciones para responder al requerimiento emocional de quienes se exponen en el amplio sentido cada día y noche? Parte de la población no está comprometida con su autocuidado y no están siendo empáticos ni compasivos con quienes hoy nos cuidan, lo que queda demostrado cada día con el alto número de contagios. ¿Cómo vamos a reponer el sufrimiento y los sacrificios que están haciendo por todos nosotros? Y hay algo más. Tenemos que recordar que este equipo no sólo brinda soporte vital "orgánico", sino que también es responsable más que nunca del soporte "emocional y de salud mental" de sus pacientes. Enfermos que están solos, sin visitas, angustiados, viviendo la incertidumbre en carne propia. Sí, el estrés crónico enferma, se opone a todo el esfuerzo que ellos están haciendo; es algo sabido y no podemos permitir que la inmunidad y la salud mental del personal de salud y de los pacientes empeore aún más, por este estrés que grita y pide auxilio, en las caras fatigadas de médicos y enfermera/os que envían mensajes por televisión o a través de imágenes crudas de pacientes intubados. Sabemos que el ventilador mecánico es fundamental para salvar vidas ¿hemos reflexionado cuán importante es la persona con su subjetividad que se ofrece como instrumento para cuidarnos?
Paula Zabala Corradi
Académica Escuela de Enfermería
Universidad de los Andes