Hasta hace unas semanas muchos países del orbe se jactaban de poder exhibir índices macroeconómicos altos o más o menos equilibrados, los que cuidaban celosamente tanto con medidas económicas internas como externas.
Todo ha cambiado drásticamente, todos los cuidados, todos los cortafuegos imaginables no han sido suficientes; los índices económicos mayores en todo el planeta están muy dañados y qué decir de la economía doméstica, que deja ver las inequidades profundas al interior mismo de las sociedades.
Tal es el deterioro que no es necesario ser economista, dueño de banco ni ministro de hacienda, para advertir que contaremos con menos dinero, o habrá menos personas con acceso al dinero, que habrá más personas sin trabajo o que enfrentarán serios problemas para conseguirlo, y que la estabilización tomará un tiempo fundadamente largo.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? La educación es la clave. La primera es la educación en la familia, la que ya debe estar dando las primeras lecciones de fraternidad, lecciones de humanidad, tanto por encuentro como reencuentro obligado por las cuarentenas.
Luego, la educación institucionalizada o formal. Esta, sí o sí, ha de adecuar pronto sus currículos logrando mejores equilibrios entre los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, privilegiando los últimos. Y los cambios han de ser en todos los niveles del sistema educativo.
Que nadie lo dude, luego de, y con, la pandemia, cambios habrá, han de haber. A mayor, a más, a mejor educación, menos necesidad de normas, de instructivos, porque todos habremos aprendido la lección de ser más personas, de ser más humanos.
No puede ser que tanto dolor, tantas angustias, tantos muertos sean por nada. Hemos de dar paso a cambios mayores, quizás de asistencialidad en un primer momento, pero parafraseando aquel proverbio chino que dice: "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida", es necesario ir más allá, no solo se ha de enseñar a pescar, ya no solo en beneficio personal, sino para contribuir al desarrollo de la comunidad, de la familia, de los de nuestro entorno.
No lo dudo, no lo duden, ¡la Humanidad necesita más humanidad!