Cuando la pandemia exige redoblar tareas
En una localidad distante y con muy pocos habitantes, la visita de uniformados es vital para ayudar a la comunidad. Esta se traduce incluso, en apoyo escolar.
Ancora es un pueblo ubicado en el altiplano, específicamente en Parinacota y cercano a Tacora. En el lugar, seis o siete casas se alzan en medio de la tierra en la que el sol pega fuerte y el frío también.
Si hay pocas residencias, pocos son también los habitantes. Cuatro adultos y tres niños son la población que habita en el lugar que constantemente recibe la visita de militares, más aún ahora en tiempos de pandemia.
Marcelo Ferrada es suboficial de la Brigada Motorizada N°24 Huamachuco. Tiene 49 años, 30 de ellos dedicados a la institución y 16 en la brigada. Para él, vestir el uniforme es mucho más que defender a la Patria, es dar una mano si alguien lo necesita sin importar su edad.
Deynis tiene 7 años y vive en el poblado junto a sus padres y una hermanita menor. Estudia en casa, pues la escuela está cerrada como casi la mayoría de los establecimientos del país a causa del coronavirus. Pero Deynis igual hace sus deberes y estudia diariamente.
"Estaba recorriendo la zona y escuché que le decían al niño 'dile al militar si te puede ayudar a hacer la tarea, porque él no entendía cómo se hacía. Me preguntó si le podía ayudar y le dije que sí y nos sentamos afuera de su casa a estudiar", recuerda el suboficial.
De este modo, Ferrada no solo participa como segundo comandante de la patrulla Jarkaña en Parinacota, sino que también asumió el desafío de apoyar al pequeño Deynis en sus tareas escolares.
"Hicimos como seis tareas de lenguaje en un día. Una de esas era que había que crear una historia teniendo como base El Principito, pero él adaptó el relato a uno en el que cuidaba su rebaño de alpacos", dice el militar.
Dispuesto
El suboficial comenta que en las rondas por el altiplano no es extraño que los pequeños o sus familias les pidan ayuda " y uno hace lo que puede", complementa.
En tiempos de pandemia reconoce que parte de la labor es preguntarle a los pobladores cómo están, si es que necesitan algo y así informarlo y gestionar ayuda.
"Arriba como no hemos tenido contacto con gente de afuera, nos acercamos más a las personas.La gente igual tiene cuidado y ha tomado conciencia, por ejemplo, las personas de la tercera edad ya no están bajando mucho a Arica como lo hacían antes. Ahora bajan los más jóvenes o les llevan las cosas. La gente se cuida y algunos hasta usan mascarillas", cuenta.
El aislamiento ha sido el principal aliado para evitar que los contagios se disipen por cada rincón de la zona afectando mayormente a los ancianos. La lejanía de Arica los mantiene sanos hasta ahora, pero la misma distancia los tiene solos, ya que además de la escuela cerrada, pocos familiares llegan hasta la zona. "La única ayuda que reciben es la del gobierno y los militares que los visitamos. Son hartas cosas que están sufriendo por la pandemia, aunque a la vez están ganando porque están sanos", comenta el suboficial.
Mientras cuenta esta historia es inevitable que el uniformado recuerde la infancia de sus dos hijos que hoy tienen 18 y 16 años. "Me acuerdo cuando ayudaba a mi hijo a hacer las tareas y mi hija está contenta y orgullosa de lo que hago", reflexiona.
"Me preguntó si le podía ayudar y le dije que sí y nos sentamos afuera de su casa..."
Suboficial Marcelo Ferrada.