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EDITORIAL

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Asperger y educación

Como cada 18 de febrero y hace poco más de una década, esta semana se conmemoró el Día Internacional del Síndrome de Asperger, fecha que se vincula al nacimiento del doctor Hans Asperger (1906-1980), psiquiatra austriaco que durante los años 40 describió por primera vez esta condición.

En palabras simples, el Síndrome de Asperger forma parte de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA). Además, este se encuentra reconocido por la Organización Mundial de la Salud como un Trastorno Generalizado del Desarrollo. Quienes presentan esta condición funcionan de manera diferente a la habitual, sobre todo en aspectos que se relacionan con la comunicación e interacción social y en la adaptación flexible a las demandas del día a día. Sin embargo, cuentan con lenguaje fluido y una capacidad intelectual media e incluso superior al promedio de la población.

Pese a que hoy existe algo más de información al respecto y han ido aumentando los programas que se ocupan de las necesidades educativas especiales, las personas que presentan esta condición suelen enfrentar una realidad compleja, sobre todo los niños en los establecimientos educacionales, donde generalmente no se cuenta con las herramientas necesarias tanto desde el punto de vista académico como de integración social, siendo este último un factor clave a la hora de abordar el Síndrome de Aspeger.

Según investigaciones realizadas en países desarrollados, el número de personas con Trastornos del Espectro Autista ha aumentado considerablemente durante las últimas décadas. Incluso, se estima que 1 de cada 100 niños menores de 18 años vive con esta condición.

Pese a algunos avances, aún se observan enormes carencias respecto a la aplicación de políticas públicas que promuevan no solo el diagnóstico temprano, sino que apunten a educar y difundir este tema, de forma de generar un real proceso de inclusión, sobre todo en los establecimientos educacionales, donde alumnos, profesores, padres y apoderados parecen desconocer el cómo abordar el tema y se continúan promoviendo mitos que en nada aportan a la inclusión.

"Se observan enormes carencias respecto a la aplicación de políticas públicas que promuevan no solo el diagnóstico temprano, sino que apunten a educar y difundir este tema".