"Parasite", la vida de los otros
La película surcoreana del momento está nominada a 6 premios Oscar en la ceremonia que se hará esta noche. Un cóctel de referentes y géneros que se cruzan para narrar una historia de desigualdad social.
La sobrevaloración de la película surcoreana "Parasite" -nominada a 6 premios Oscar en la ceremonia de esta noche- ha llevado a muchos a apreciar una supuesta lucidez frente a la desigualdad social que impera en muchos países, aunque el director Bong Joon-ho ("The Host") esté más interesado en elaborar una ensalada de géneros que en entregar una mirada sobre la lucha de clases. Es más. Podríamos decir que de los cineastas coreanos que han conquistado festivales en los últimos años (en especial, el personalísimo Hong Sang-soo, cuya filmografía pareciera ser la variación de una misma obsesión), Joon-ho podría ser el único en condiciones de cenar con Quentin Tarantino y conversar hasta después del postre compartiendo referentes y gustos cinematográficos. Esa hábil osadía formal es justamente lo que los críticos y jurados han valorado del séptimo largometraje del director surcoreano: la capacidad para convertir un drama en una comedia de humor negro y luego en una cinta de suspenso y horror que termina en un festín gore.
La irrealidad, o, si se quiere, la tendencia a la caricatura, se hace presente desde el primer minuto con la introducción de una familia pobrísima -padre, madre, hijo, hija- que vive en un departamento subterráneo repleto de bichos y agua que se filtra por la ventana. La escenografía es intencionalmente artificial. Un espacio teatral para representar la miseria. También lo es la actividad que ellos buscan para sobrevivir: doblar cajas de pizza para una pequeña pizzería, trabajo encomendado por una mujer que los repudia.
Será el hijo quien se las ingenie para salir de la miseria cuando es contratado por una familia adinerada con el fin de que instruya a su hija adolescente. Dotado de un talento para engañar, el joven se convierte así en un profesor refinado que se ganará la confianza de sus empleadores. Poco a poco, el resto de la familia se irá infiltrando en el hogar a fuerza de estrategas y engaños hasta convertirse en parásitos de una elite que, como confiesa en una escena, considera que "la gente del metro huele raro".
Podemos llegar a esta altura en la trama sin spoilear porque Joon-ho no se detendrá tan pronto y continuará jugando con las posibilidades narrativas como si fuesen cajas que se abren. Entonces todo guiño a la realidad quedará enterrado en un show de exageraciones, excesos, giros de tuerca y estrategias de manipulación que funcionan con eficacia en beneficio de la entretención. Esto hace que "Parasite" nunca se vuelva predecible.
Bong Joon-ho ha reconocido influencias de "El sirviente" (1963), de Joseph Losey, pero también de Alfred Hitchcok, no solo a la hora de desarrollar asuntos como el voyerismo y el juego de identidades sino que también como mentor en la manipulación emocional e intelectual que supone el cine de suspenso. Pero se podría trazar un mapa mucho más amplio de referentes y conexiones porque "Parasite" es una película esencialmente cinéfila, un ejercicio posmoderno que sabe más a collage cinematográfico occidental que a la templanza característica de Oriente.