"Judy": Una diva en el ocaso
Ya está en cines la película que retrata los últimos meses en la vida de Judy Garland, la estrella de"El mago de Oz". Con este papel, Renée Zellweger es la principal candidata a llevarse el Oscar a Mejor Actriz.
"Su rostro era como una máscara azteca", describió el cineasta, escritor y ocultista Kenneth Anger. Se refería al semblante de Judy Garland tras la muerte provocada por una sobredosis de barbitúricos en el año 1969. Quien quiera leer esa crónica macabra puede encontrarla en "Hollywood Babilonia", libro cáustico que describe morbosamente las tragedias vinculadas a la industria de ilusiones.
Era obvio que la estrella de "El Mago de Oz" no podía estar ausente de esa colección sádica de obituarios porque sus últimos años fueron aún más comentados que en su época dorada. Un divorcio tormentoso, una fuerte adicción a las pastillas y el alcohol, shows y rodajes desastrosos, además de infaltables excentricidades de diva marcaron esa agónica y desesperada fase final. Hacia 1969, Judy pesaba menos de 40 kilos y se había reinventado actuando semanalmente en un pequeño club de Londres.
Fue encontrada muerta el 22 de junio en la casa que arrendaba en el céntrico barrio de Belgravia.
El ocaso de la Garland ha inspirado canciones ("Happy Phantom", de Tori Amos), películas ("Judy Garland: Me and My Shadows") y montajes teatrales como "End of the Rainbow", de Peter Quilter, obra que funciona como la base de "Judy". El realizador británico Rupert Goold adopta esta pieza intimista que se centra en los conciertos que la actriz y cantante ofreció en Inglaterra antes de morir. El desafío implica, por supuesto, retratar sus tormentos privados y resaltar un talento público que los barbitúricos nunca pudieron destruir.
El peso del desafío recae obviamente en Goold pero principalmente en una Renée Zellweger que tuvo que transformarse físicamente en Judy. El proceso implicó adelgazar, replicar sus gestos y, lo que es más difícil, cantar como la Garland. Un desafío que tuvo a la actriz de "Bridget Jones" preparándose por más de un año, lejos de la esfera pública y los focos.
Su reaparición en grande justifica probablemente el excesivo entusiasmo de los medios ante su desempeño. Su triunfo en los Oscar, en la categoría de Mejor Actriz Protagónica, está casi asegurado (compite con Scarlett Johansson y Charlize Theron, entre otras) y se sumará a galardones ya obtenidos en los Globos de Oro y en los premios SAG.
Sin desmerecer sus logros, y la inmensa tarea de interpretar a una figura pública tan célebre como Judy Garland, la de Zellweger es una de esas actuaciones hechas a medida del gusto de la Academia, un ejercicio profesional de personificación que carece, sin embargo, de la profundidad que demanda el papel. Es un juego de apariencias, a ratos sobreactuado, que cobra fuerza en la escena de cierre. Como asegura el gurú de guionistas Robert McKee: "el final es la película".