El viernes, el ministro de Vivienda y Urbanismo, Cristián Monckeberg estuvo en nuestra ciudad, presentando el Séptimo Plan de Conservación de Vías Urbanas. Se trata de un ambicioso programa que buscará recuperar miles de metros de calles y avenidas de Arica, muchos de los cuales se encuentran en muy mal estado.

El ministro adelantó que para ejecutar este plan se realizará una inversión de más de 8 mil millones de pesos, que permitirá la pavimentación de 38 calles y avenidas. Entras, destacan las reparaciones de las avenidas Alejandro Azolas, Alfonso Néspolo, Edmundo Flores, Luis Beretta Porcel, Abel Garibaldi, Santa María, Oscar Belmar, Luis Valente Rossi y Vicuña Mackenna.

En total, son cerca de 40 kilómetros de calles y avenidas los que serán reparados. En la nómina destacan algunas emblemáticas, como Alfonso Néspolo, que se ha convertido en una suerte de emblema del abandono, dadas las deplorables condiciones en las que se encuentra.

Esta misma vía presenta un desafío importante. No se puede repetir la historia, cuando debido a filtraciones, el suelo salino terminó cediendo, generando desniveles y socavones y obligando a reparaciones de emergencia que llenaron la vía de parches, muchos de ellos de muy mala calidad.

Es por eso que el mismo ministro Monckerberg aseguró que se trabajará de mejor forma en esta etapa, una en la que las coordinaciones con la empresa sanitaria deben ser precisas.

La cantidad de metros que se repararán, junto con la calidad de las calles que serán reparadas, dan un carácter digno de destacar a este plan, que se une a los actuales trabajos que se están realizando en avenidas que hace años requerían de manera urgente una reparación.

Por ejemplo, la avenida 18 de Septiembre, un eje clave en la ciudad, se encontraba en un muy mal estado en algunos tramos y en estos momentos está en plena recuperación. Lo mismo ocurría con calles del sector de Magisterio.

Las nuevas obras deben responder a los estándares que necesita la ciudad para los suelos salinos, de modo que lo que se repare hoy, no se rompa mañana.

Las regiones del norte de Chile son, en términos porcentuales, las que reciben un mayor impacto de la migración. De esta forma los migrantes en Tarapacá significan un 13,7% de su población; los de Antofagasta, un 11% y los de Arica y Parinacota, un 8,2%, porcentajes que cada día aumentan dado el creciente éxodo.

Nuestra región tiene la segunda concentración de personas de nacionalidad peruana y la tercera, a nivel nacional, de personas de procedencia boliviana, sin contar el enorme flujo de extranjeros que circulan dirigiéndose al resto de Chile y por otra parte, la elevada población flotante que ingresa.

Sólo en el paso fronterizo Chacalluta, las estadísticas demuestran que, durante 2018, se registraron 6.719.885 controles fronterizos, de los cuales 3.503.646 personas ingresaron a nuestro país y 3.405.794 salieron, siendo el paso terrestre con mayor flujo de la Nación, con todas las externalidades que ello implica.

Por lo mismo, como región requerimos el diseño de una política especial que permita contar con una infraestructura adecuada y mayores recursos destinados a seguridad, control de narcotráfico y sobre todo a generar las condiciones de atención humanitaria de la importante cantidad de migrantes que conviven con nosotros.

La comunidad de Arica y sus organizaciones de ayuda los acoge, lo cual me enorgullece como ariqueño, pero se requiere un esfuerzo de mayores recursos públicos para ello porque las necesidades son muchas. Más allá de la espontánea solidaridad requerimos ser responsables en las condiciones en las cuales permanecen estas personas y también nuestra ciudadanía.

De esta forma, el nuevo proyecto de ley de Migraciones que busca reemplazar a la Ley de Extranjería vigente para velar por una migración segura, ordenada y regulada que está en el Senado para recibir indicaciones parlamentarias debiese considerar situaciones especiales como las que debe enfrentar a diario nuestra región.