Crónicas de la Transición
El 25 de abril se estrena en salas de todo el país "Tarde para morir joven", el premiado largometraje de Dominga Sotomayor sobre una comunidad ecológica durante el verano de 1990. Melancolía, descubrimientos e incertidumbre en tiempos de cambios.
Dominga Sotomayor ha venido desarrollando su filmografía con calma y dedicación. En el cortometraje "Cessna" (2006) demostró su interés por la infancia a través del caso de un niño que sueña con ser piloto. En "Debajo" (2007) -grabada completamente en un plano cenital- sigue a una familia que se junta a ver un eclipse. "Videojuego" (2009), por su parte, es la historia de una separación conyugal narrada de una forma singular: en primer plano vemos al hijo jugando al tenis en su consola, ignorando el hecho de que, a sus espaldas, su padre está abandonando el hogar.
Esas obsesiones temáticas y estrategias formales alimentaron su primer largometraje: "De jueves a domingo" (2012), ganador del IndieLisboa y también premiado en los festivales de Rotterdam, Buenos Aires y Valdivia, entre otros. La historia está narrada ahora desde el asiento trasero, a partir de la mirada de dos niños que viajan con sus padres de vacaciones y se percatan de que las cosas no andan bien entre ellos. Los silencios y la desolación del paisaje subrayan el clima de despedida.
Tras realizar un largometraje en Argentina ("Mar", coescrito junto al dramaturgo Lisandro Rodríguez) y un cortometraje en Portugal ("Los barcos"), Dominga Sotomayor vuelve ahora con "Tarde para morir joven", película que el año pasado le significó el premio a Mejor Directora en el Festival de Locarno.
La familia y la adolescencia vuelven a estar presentes en una relato grupal que sigue a los habitantes de una comunidad ecológica mientras enfrentan los preparativos para el Año Nuevo. Estamos en el año 1990, tiempos de cambios que Sotomayor instala en ese gran fuera de campo que es la ciudad. Pero la idea de "transición" podemos también encontrarla en los remezones personales de Sofía, una adolescente en crisis que pronto tendrá que vivir con su madre en Santiago y lidia ahora con una atracción no del todo correspondida.
La directora diluye las dinámicas melancólicas de su drama "coming of age" en un fresco social que funciona con una fluidez orgánica. Actores profesionales comparten cámara con no-actores que le otorgan al filme una naturalidad asombrosa, especialmente los niños que deambulan por el lugar con esa mezcla de ingenuidad, ternura y sabiduría que Sotomayor siempre ha sabido encontrar en ellos.
Esa efusión espontánea de lo cotidiano, donde las tensiones se desarrollarán entre acciones habituales, se ve potenciada por la mirada siempre lúcida de Inti Briones (ganador del premio a Mejor Director de Fotografía en el Festival de Gijón), quien juega con texturas visuales -sacadas de las epifanías de la naturaleza pero también de las postales cromáticas de la memoria- en beneficio de una experiencia sensorial. Sotomayor antepone ese cometido a cualquier tipo de discurso o narración estructurada. "Tarde para morir joven" parece una ficción hecha con elementos de documental. Es una película para sentir y contemplar. Un viaje nostálgico a través de todo lo que perdimos en el camino hacia la adultez.