Pese a que el Estadio Carlos Dittborn de Arica, fue inaugurado en forma oficial el 15 de abril de 1962, todavía mantiene una placa que dice que dicho acto se realizó en febrero del año 2014, que fue el resultado de una remodelación incompleta y carente de toda lógica deportiva en que se hicieron desaparecer el recordado túnel de salida de los equipos a la cancha, el histórico tablero marcador y los míticos arcos, borrando de una plumada un importante testimonio y patrimonio deportivo histórico de nuestra ciudad.
Muchas autoridades desconocen que dicho recinto deportivo fue SubSede del Campeonato Mundial de Fútbol de 1962, y nada dicen sobre el estado actual del recinto mundialista, se olvidaron que faltan las dos pantallas led y el tablero marcador electrónico y que fue reducido a una capacidad de 9.200 espectadores perdiendo los parámetros FIFA para competencias internacionales.
El mundialista estadio lleva el nombre en recuerdo del insigne dirigente Carlos Dittborn Pinto, pero no aparece nombrado en ninguna parte del recinto, siendo una falta de respeto para el organizador del magno evento del año 1962.
El fútbol amateur, el atletismo y el club profesional San Marcos de Arica, siguen dando vida a los 57 años de nuestro estadio, que merece la preocupación de todas las autoridades regionales y comunales.
Laicos y laicismo
En estos últimos meses muchos católicos han planteado con entusiasmo la importancia que, tras los numerosos casos de abuso sexual por parte del clero, deben tener los laicos en este proceso de refundación de la Iglesia. Me parece oportuno precisar que la palabra "laico", en rigor no sólo sirve para referirse a aquél que no tiene órdenes clericales, sino fundamentalmente -como plantea la RAE- para definir a aquellas personas independientes de cualquier organización o confesión religiosa. De ahí proviene el concepto por ejemplo, de "estado laico", de "enseñanza laica" o de "laicismo", que apelando a la tolerancia de creencias divinas y religiones, las saca del quehacer cívico de un pueblo y abre las puertas para una convivencia desprovista de dogmas religiosos de cualquier tipo en la esfera pública. De hecho, el origen etimológico de la palabra es precisamente lo que es "del pueblo", en contra de lo que podría ser "de Dios". Me gustaría ver en los laicos de la Iglesia el mismo compromiso de "laicidad" que se exige para la Iglesia, para la sociedad toda.
Rubén Saavedra Vásquez
Profesor
Rodrigo Reyes Sangermani