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Relojero se retira, pero tiene cuerda para mucho rato

José Alejandro Troncoso pasó por diversos oficios desde su natal Lautaro hasta que en 1970 llegó a nuestra ciudad, arreglando relojes hasta sólo unas horas atrás.
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Con el tiempo, le contaron que lo inscribieron en el Registro Civil de Lautaro cuatro años después que nació, y por ello afirma con mucho humor que "estoy atrasado en la hora", porque su edad en la cédula de identidad no es la real cronológicamente.

El caso es que el relojero José Alejandro Troncoso (91), ha visto pasar el tiempo a través de múltiples relojes que ha arreglado o usado, y ahora después de toda una vida dedicada a este oficio, decidió colgar el ojo mágico que le permitió durante tantos años desarrollar su trabajo.

Con una memoria privilegiada recuerda que vivió en su ciudad natal hasta que hizo el servicio militar, pero después decidió trasladarse a Curicó.

Y después de pasar por varios oficios por ensayo y error, descubrió que lo más rentable en la época era ser relojero y aprendió en forma autodidacta con catálogos suizos. Así empezó armando y desarmando despertadores hasta adquirir el conocimiento de un técnico.

Empezó su negocio con el dinero de la reparación de 8 relojes lo que calcula sería hoy aproximadamente 20.000 pesos "y es que todo tenía otro costo antes, sin tantos intereses".

Antes intentó, después de hacer el servicio militar, seguir la carrera de las armas, pero desistió. Postuló a gendarme y salió aprobado, pero por cosas de la vida nunca lo llamaron.

En todo ese camino para labrarse un futuro, el tenía la visión y sabía anticipar el inicio y fin de un oficio. Esa habilidad le permitió educar a 8 hijos como relojitos "siempre funcionando a la perfección".

Afirma que "siempre encomendando al Señor mi vida desarrollé en todos esos años una dependencia, confianza y relación, aferrado a la oración y la palabra que mantienen mi fe inamovible hasta hoy con 91 años".

Sobre cómo llegó a Arica, relata que en el sur el frío lo afectó y era algo que ya no soportaba y fue así que "por datos supe del buen clima en Arica, y no lo pensé dos veces, hasta que en pleno invierno en el año 1970 llegué por acá, y fue una maravilla, vi a todos bañándose en La Lisera".

En cuanto a su oficio, se instaló con una relojería en calle Gallo con 18 de Septiembre, comenzando a hacerse una fiel clientela, porque "arreglaba los mejores relojes de marcas como Omega, los suizos, pero el año 1989 mi esposa quiso volver al sur, y nos fuimos, pero allá falleció".

La nostalgia por Arica lo trajo de vuelta, pero esta vez se instaló con su negocio en calle Prat con 18 de Septiembre, hasta que el 2003 compró una propiedad en Conrado Ríos con Rómulo Peña, donde ha estado hasta esta semana, en que decidió cerrar su servicio técnico y poner fin a cerca de 50 años arreglando los relojes de los ariqueños.

Acerca de los vaivenes de su oficio, don José Troncoso, señala que "ahora todo es desechable y ni pilas compra la gente".

Y ocurre que los mismos relojeros le mandaban los "cachos" para que él los arreglara, porque nadie tiene el conocimiento que dan los años para saber las fallas que tienen los relojes. Con la sabiduría que dan los años, y como tantas personas que llegaron del sur para hacer de Arica su tierra, reflexiona que "me está dando la hora de hacer un alto, pero tengo cuerda para rato".