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Paola cuenta cómo fue su dura lucha para ganarle al maltrato y las drogas

Una infancia difícil la llevó a independizarse en la adolescencia, donde pronto cayó en el uso de cocaína y pasta base. Pero un día dijo basta y con esfuerzo logró la ansiada rehabilitación.
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Mujeres que inspiran… Su alegre mirada nos recibe en medio de un ambiente calmo, de paz, de hogar.

Paola Piccolini Alfaro proveniente de Santiago vive hace 2 años en Arica, tiene hoy 40 años, de los cuales dedicó 23 al consumo de cocaína y pasta base; la razón por la cual nos abre las puertas de su casa y nos cuenta su historia es poder convertirse en un aporte para las mujeres de la región y entregarles un mensaje de apoyo a todas las mujeres que junto con su labor de madres, esposas y trabajadoras, luchan por dejar su adicción en el pasado.

Una infancia difícil y la necesidad de salir al mundo laboral a temprana edad obligaron a Paola a vivir en el mundo nocturno, bohemio, agresivo y violento. La necesidad de pertenecer la incitó a comenzar el consumo de cocaína con apenas 17 años. El buen pasar económico y el fácil acceso a la droga la convirtieron rápidamente en una adicta.

Del abuso a la droga

"Desde que yo tengo uso de razón vivíamos en un campamento y desde chica no tuve una buena infancia, fui abusada y a la edad de 14 años tuve mi primer hijo Cristian y después a los 17 fui mamá de Nataly, por lo que tuve que buscar un trabajo para mantener a mis hijos y toda mi familia. Ahí comencé a trabajar en un Café, en un club nocturno, en el cual me escondían, porque era menor de edad. Conocí la droga, lo primero que conocí fue la cocaína, porque yo veía a mis compañeras, como yo era la nueva, ellas me escupían y les daba envidia, porque como yo era más joven, entonces tuve que empezar a consumir también", nos cuenta Paola.

Con apenas diecisiete años, tres hijos y solvencia económica el mundo de la droga y los excesos se pusieron a los pies de Paola, pero la oscuridad del rubro en el que desenvolvía la hicieron buscar nuevos horizontes.

"Era mucha envidia, porque empecé a ganar mucho dinero, después me vine a Calama, busqué ayuda con mi hermana para que me ayudara con mis hijos, tenía 3 hijos en ese instante. Me puse a buscar un trabajo en un club nocturno que era lo único que yo sabía hacer, porque sólo tengo quinto básico. Me empezó a ir a bien y comencé a consumir pasta base, estuve 13 años consumiendo pasta base. Llegó un momento que no podía salir. Yo quería salir, veía a mis hijos y sabía que tenía que dejar esto atrás, pero no podía"

Su difícil situación la impulsó a buscar ayuda y viajar a Calama, donde conoció a su actual esposo, quien la ha acompañado durante los últimos 15 años y es su principal pilar, junto a sus padres y sus siete hijos. Ahí en Calama, comenzó un nuevo calvario, el consumo de Pasta Base; esta adicción llevó a Paola a cometer errores que perjudicaron su vida emocional, su salud y que más de alguna vez pusieron su vida en riesgo.

"Luego del nacimiento de Maite y José supe que mi marido me era infiel y caí en una depresión tremenda y le quité la casa, tuve deseos de matarlo y ahí me metí mucho más en la pasta base, yo no dormía, vendí todo, me sacaba el pelo, no podía dejar la droga"

Ya lejos de sus hijos y con un consumo diario de pasta base, alcohol y cigarrillos decidió buscar ayuda. Con el apoyo de su esposo y familia tramitó su internación en un Centro de Rehabilitación en Calama. Lamentablemente no tuvo las fuerzas y se convenció a sí misma, que lo podía controlar.

Recaída

"Un día le dije a mi viejo y a mis hermanas que me iba a internar y espero tener todo el apoyo de ustedes. Lo intenté, estuve nueve meses y cuando llegó el día de internarme me dieron diez mil pesos para comprar mis útiles de aseo y me los fui a fumar. Uno se pone mentiroso y llegó el día para internarme, no pude, me puse a llorar y prometí que nunca más iba a fumar. Empecé a trabajar con él, estuve nueve meses, hasta que me tomé una cerveza en lata".

"Esa cerveza me hizo doler el estómago y las ganas de fumar volvieron. Eran unas ganas desesperantes y me fui a fumar. En ese momento me gasté todo lo que me había dado mi marido para comprar la mercadería de la casa, cuando eran las tres de la mañana me dio miedo llegar a la casa, así es que me fui durante un mes que viví en el río, donde me pegaron y me robaron, sentí que me podía morir en cualquier momento. Vivía en un ruco bajo el puente en Santa María, viví en la desembocadura del río, pero no hay como estar en casa".

Paola tocó fondo y estando plenamente consciente de que necesitaba ayuda, que no podía sola y que podía incluso morir, se sometió a tratamiento ambulatorio.

Todos los días es una lucha para ella, "El 10 de octubre fue mi último día en el Cepa en Calama, esa noche me aferré mucho a Dios que me puse a llorar y le pedí que me diera otra oportunidad.

Ese día me llamó mi hermana y me dice Paola, mi mami está hospitalizada y necesito que te hagas cargo de tus hijos. Y le dije hoy mismo me voy y lo primero que hice fue buscar un Centro de Rehabilitación y llegué al ESSMA Sur, porque yo quería ir a ese Centro, me aceptaron y me dieron todo el apoyo".

El año 2017 fue el año de Paola. Inició y logró llevar adelante un tratamiento ambulatorio de manera constante con el apoyo del área de tratamiento del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) en Calama para luego trasladarse a Arica y retomar su tratamiento en ESSMA Sur, del cual egresó a fines de 2018.

La directora regional de Senda, Paula Bravo conoció la historia de Paola Piccolini y recalca la importancia del apoyo familiar para evitar que nuestros niños, niñas y adolescentes tengan acceso o consuman drogas a temprana edad.

"La historia de Paola nos deja una importante enseñanza de vida, de valentía, donde ella reconoce que está enferma y pide ayuda, necesitamos tener la capacidad de mirar nuestra sociedad a través de ella, de su historia y llevarlo a acciones concretas. Además, nos recalca que nuestros planes y programas en el área de tratamiento tienen resultados positivos y uno es protagonista en su vida, ella pudo cambiar el rumbo de su vida con apoyo multidisciplinario de nuestros profesionales, pero sobre todo con fuerza y coraje".

Para Paola el programa le salvó la vida. "Es lo mejor que ha hecho el Gobierno, haber puesto estos centros residenciales o ambulatorios, hay muchas personas que no han tomado aun la decisión, esto es totalmente voluntario, yo no quise seguir en la calle, no quise seguir arriesgándome a que me mataran, me salvaron la vida".

Actualmente Paola Piccolini Alfaro vive con cinco de sus siete hijos y sus padres, tiene planes para el futuro, estudiar y ayudar a otras mujeres que están viviendo lo que ella vivió "les diría a todas las mujeres que vean esto que me busquen, que se puede, que si yo pude ellas también dejar la droga".