María José Collado Rojas
Recuerda perfectamente que todo empezó como a las ocho de la noche del jueves. Rubén Tapia contó que en ese momento, la Onemi llegó hasta el campamento Coraceros para avisar de la crecida inminente del río Acha y que había que evacuar.
"Los que tenían sus cositas las empezaron a sacar. Yo preparé una maleta con poquitas cosas. Pasó la hora y empezaron a llegar Bomberos y Carabineros".
El hombre sigue su relato. "Como con el paso de las horas no pasó nada grave, muchos volvieron al campamento. Yo también regresé. Ya tarde escucho a la gente que grita 'Salgan, salgan, que viene el río!' y se empezó a mover la silla en la que estaba. Todo fue de un rato para otro. Ahí me asusté y arranqué".
Rubén comentó que ahí empezó a ver cómo las casas se iban como cajitas desarmadas arrastradas por el río inclemente. "Tenía mi buena casita, bonita. Yo vivía solo y podía 'encacharla'".
- ¿Y ahora?
- Estoy vivo. Puedo levantar otra. Estoy apenado por otros, por los niños. Pero si tu me mirái, estoy bien, tengo todo y puedo seguir luchando.
Con lo puesto
Pedro Sobarzo comentó que salió con lo puesto. "Tenía mis cositas y las perdí, pero la naturaleza no tiene la culpa. Asumo la mía porque como ahí nunca baja el río, no hice caso a los avisos y varios nos confiamos".
El hombre recordó que un ruido subterráneo antecedió al desborde y que incluso, pensó que se trataba de un temblor. "No vi el agua, solo atiné a salir con slip y zapatillas. Y agarré el pantalón para arrancar rápido".
Después de eso, Sobarzo se fue caminando hasta el epicentro Augusto Zubiri al albergue, donde pasó la noche. "Ya ocurrió lo peor", agregó aliviado.
Janett Valdebenito, también de Coraceros, manifestó que se había ido a acostar después que notó que pese al aviso de evacuación no pasaba nada. "A las horas sentí los gritos y salí. Vi como todo desaparecía, pero mientras uno esté con salud, lo demás da lo mismo", finalizó.