Esta noche comenzará una nueva Teletón. Más que un evento de 27 horas, se trata de una obra que ha tenido alcances muy importantes que exceden lo que sólo el show presenta. De hecho, en esta oportunidad, esta iniciativa cumplirá 40 años tendiendo la mano a las familias y niños y niñas que presentan alguna discapacidad física.

Y es que más allá de las críticas que últimamente han surgido, uno de los méritos de la Teletón es visualizar una realidad que no siempre genera empatía. La Teletón se presenta como un "cable a tierra" a la hora de percibir la importancia de ayudar a los personas que presentan alguna discapacidad, especialmente a los niños.

Sin embargo, este hecho no debería transformarse en un algo aislado, efímero y momentáneo respecto a la percepción que deberíamos tener de quienes se encuentran en situación de discapacidad. El show nos impulsa a llevarnos las manos a los bolsillos, pero fundamentalmente, debe ir a los corazones.

La Teletón extiende su sentido solidario más allá de las 27 horas y también, más allá de los niños, pensando en los discapacitados adultos, que muchas veces sin apoyo, deben luchar contra un mundo y una sociedad que no les tiene consideraciones.

Es una invitación, en el fondo, a que nuestra sociedad definitivamente entienda cómo integrar a quienes se encuentran con alguna discapacidad, que finalmente, termina por marcar la vida.

La vida de las personas discapacitadas puede ser todo un desafío. Sólo hace algunos años el país asumió la necesidad de entregarles mayores comodidades y garantías urbanas y arquitectónicas.

Sin embargo, la integración a la sociedad sigue siendo complicada, especialmente cuando se trata de los adultos, que son víctimas de un círculo vicioso en donde no tienen recursos, porque no trabajan, pero no trabajan, porque no se abren los caminos y tampoco tiene capacitación. Y finalmente, no tienen capacitación, porque no tienen recursos, lo que cierra este circuito.

Al final, la clave es que seamos capaces de dar pasos cada vez más firmes a una sociedad inclusiva.

Transparencia, buen trato con los empleados e impacto en el medio ambiente y en la comunidad, son algunos de los factores que se consideran para una empresa distinguida con el sello "B". En los últimos años, surge en el mundo y en Chile, una nueva forma de hacer empresa. Este modelo rompe con el paradigma tradicional de que la razón de ser de una empresa es maximizar la utilidad de sus dueños. Las empresas con sello B se multiplican en nuestro país, y son aquellas que buscan resolver problemas sociales y medioambientales a través del mercado, generando valor para su entorno.

Luego de la crisis global (sub-prime) de fines de 2008, se gestó el movimiento de los indignados con el modelo económico y, sobre todo, con la actitud codiciosa y falta de ética, adoptada por un puñado de grandes especuladores, que desencadenaron el gran desastre financiero que nos afectó a todos. De allí surge un nuevo ciudadano empoderado, con mayor acceso a la tecnología y cansado de los abusos, lo que fue un hito clave para el desarrollo del nuevo tipo de empresas B en el mundo.

El año pasado, más de 200 empresas B fueron reconocidas por su impacto positivo para el medio ambiente, para sus trabajadores, sus comunidades y el mundo. De 47 empresas latinoamericanas premiadas (de México, Brasil, Argentina, Colombia, etc.), 13 fueron chilenas. El factor común de estas empresas, es que todas buscan redefinir el sentido del éxito en los negocios, midiendo y manejando su desempeño social y ambiental, y los impactos con sus trabajadores, la comunidad, su ecosistema y el aporte global. En nuestra región, hay empresas agrícolas, de turismo y de servicios, con gran potencial para acceder al sello B. Asimismo, este modelo innovador de empresas debe ser incluido en las mallas curriculares de las universidades locales, para generar el cambio de mentalidad en los futuros profesionales y empresarios ariqueños.