Afin de año, como plazo máximo, se espera que se convierta en ley la normativa que busca aplicar fuertes multas a quienes ensucien las playas y riberas de ríos, lagos y parques nacionales. Se trata de un proyecto presentado por el senador Juan Antonio Coloma, junto a quienes también fueran legisladores, Baldo Prokurica, Antonio Horvath, Carlos Larraín y Jovino Novoa.

El objetivo era modificar el Código Penal para castigar el acto de ensuciar o provocar daños en las zonas ribereñas, algo lamentablemente común y a la luz de la experiencia en nuestra región, tristemente cotidiano. Y hasta ahora, este objetivo se está logrando, luego de que el proyecto fuera aprobado durante la semana por la Cámara de Diputados.

El problema es tan serio, que iniciativas nacionales destinadas a despejar las playas de todo tipo de desperdicio se han hecho comunes durante y después de cada verano. En nuestra ciudad, colegios y voluntariados se han organizado para tratar de combatir la enorme cantidad de basuras y desechos que frecuentemente queda abandonada en la zona costera.

Unas de las principales complicaciones es la impunidad con que hasta ahora se ensucian las playas ariqueñas. Esto, especialmente debido a la vida nocturna y los "carretes" que se realizan en ellas. Especialmente los fines de semana, es posible encontrar en la arena desde botellas y packs de cervezas, hasta restos de comida y todo tipo de basura.

Con esta ley que se busca promulgar, se espera que estas situaciones al menos disminuyan o en su defecto, sean sancionadas debidamente. Sin embargo, este hecho lleva a una cuestión lógica y que tiene que ver con la fiscalización. Según la nueva ley, habría más atribuciones para carabineros y los municipios, lo que se hace muy necesario, debido a que actualmente la fiscalización es una cuestión a simple vista, ausente. Esto, a la luz de toda la basura que es posible encontrar en las playas de Arica.

Pero el tema no es sólo de fiscalización. Tiene que ver también con el compromiso y la decencia de los mismos visitantes a las playas.

La reciente elección de J. Bolsonaro en Brasil puede traer consecuencias importantes para toda América Latina (Brasil representa más del 40% del PIB de Sudamérica), pero, especialmente, para nuestra región de Arica y Parinacota. Si el Presidente electo cumple lo que ha venido anunciando; un severo programa de ajuste fiscal, liberación de mercados y apertura al comercio internacional, debiera haber una brusca y profunda recesión en Brasil durante 2019. Brasil es un mercado importante para Chile, y aunque es principalmente proveedor (la balanza comercial favorece a Brasil ampliamente), el ajuste debiera aumentar la oferta de productos brasileros en Chile.

Esta elección además completa un cuadro difícil para Bolivia, pues sus vecinos más importantes, Brasil, Argentina y Chile no serán aliados políticos y tendrán dificultades internas importantes que los harán mucho menos generosos en las negociaciones con Bolivia. Tanto Brasil como Argentina han avanzado en el desarrollo de fuentes energéticas propias y, de hecho, Argentina está desarrollando capacidad exportadora desde sus yacimientos en Vaca Muerta. Brasil, que recibe la mitad de la producción de gas boliviano, renegociará precios y cantidades, de manera que la gaseosa política comercial boliviana, parece llegar a su fin con severas dificultades para su desarrollo económico.

Si a este escenario económico boliviano, se le suman los estrepitosos fracasos políticos en La Haya (sobre obligación de negociar y próximamente sobre el Silala), parece altamente probable el fin de la era de Evo Morales, en octubre de 2019. De cualquier modo, el próximo año será decisivo para Bolivia.

Como es evidente, nuestra región estará en el ojo del huracán de los cambios que se avecinan, entre los que habrán oportunidades y amenazas. Nuestras autoridades y empresarios debieran estar alerta a las oportunidades de negocios en Brasil y a las oportunidades políticas y sociales que se abrirán en Bolivia.