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Familias ariqueñas comenzaron temprano con los disfraces y dulces

Abuelas y mamás acompañan a niños a disfrutar de la fiesta donde pueden ser superhéroes, fantasmas o divertidos animales.
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Estefani Carrasco Rivera

El 31 de octubre ya se instaló en la ciudad como una fecha más para compartir con la familia y en especial con los niños y niñas del hogar. Precisamente son ellos, quienes incitan a sus familiares a que los acompañen a lucir disfraces en muchas ocasiones confeccionados por ellos mismos, donde la creatividad aflora tanto en grandes como en chicos.

Este año varias familias comenzaron desde temprano a recorrer la ciudad para recolectar dulces.

Abuela fantasma

Magaly Navarrete es la abuela de Ayelén de seis años quien se disfrazó de unicornia, de Sebastián de cinco años quien se disfrazó de Batman y de Vicente de un año y cuatro meses, quien se vistió como un dinosaurio.

"Yo me disfracé para salir con ellos, los años anteriores salían con sus papás, pero este año les tocó trabajar así que yo los acompañé. Lo hago porque ellos están pendientes de Halloween, se entretienen y caminamos".

Ayelén comentó que le gustan los disfraces y los personajes que se pueden encontrar "porque son bonitos". Sebastián agregó que le gustan los monstruos, las momias y los superhéroes como Batman.

Comunicación y disfraces

Emy de siete años, todos los años sale a caminar disfrazada y este escogió el disfraz de Gatubela.

"Ella no pide dulces, nosotros le compramos, sale a dar una vuelta más que nada. Le encantan los disfraces, es su forma de comunicación, pero no le gusta acercarse a las personas porque tiene espectro autista", comentó su mamá.

Gabriela Espinosa quien es actriz, docente y gestora cultural con amplia trayectoria de educación artística, comentó que ha observado que en el teatro, donde niños y jóvenes deben convertirse en otra persona o ser de ficción, hay un goce profundo de los niños y jóvenes por disfrazarse en cualquier oportunidad que tengan.

"Los más chicos lo primero que hacen cuando entran a la sala de teatro es correr al vestuario y las máscaras. Hacer una sesión donde pueden disfrazarse, les provoca placer absoluto y es un juego de divertimento total. Con esto tienen la libertad de convertirse en algo grotesco o ridículo, embellecerse o afearse, algo que no pertenece a la normalidad de este mundo porque en las escuelas y casas se tiende a igualar. Cuando las niñas, niños y jóvenes deciden disfrazarse, rompen este deber ser, eligen ellos en quien convertirse, teniendo libertad".