Las miradas y los observadores
Observar y hacerse preguntas es lo que mueve a la humanidad. Las respuestas -correctas o no- son las que dan poder. En Chile hemos perdido esa facultad. De hecho, nuestros parámetros para medir la capacidad de los niños se basan en qué tan bien adiestrados contestan preguntas institucionales y no en cómo observan y se hacen preguntas. Latinoamérica sigue mirando al suelo buscando el grano, la semilla o el mineral. Alguna vez miró hacia arriba, a las estrellas, pero la llegada de los conquistadores le cerró los ojos, con yelmos y espadas, y terminó por entregar sus ciudades y pirámides de piedra. Reescribir la historia construyendo sobre los cimientos, pasando por encima para borrar lo anterior, es lo que todos los vencedores han hecho, como una especie de palimsesto arquitectónico y cultural. Pero como en el juego de "nadie sabe para quien trabaja", mientras se asentaban los españoles, otros, mas visionarios, superaban el paradigma retrógado basado en las clases terratenientes: Eran los ingleses que, en silencio, observaban. Como gatos, esperaron su presa para saquear oportunamente los navíos repletos de la plata que salía por Arica. Pero esos corsarios no cambiaron al mundo. Fue otra observación, mas simple y doméstica (de ahí su genialidad) que tuvo un inglés en su cocina al ver cómo la tapa de la tetera se movía con el vapor de agua, venciendo la gravedad (la misma que años antes, había descubierto otro inglés, observando también, una manzana caer). Aquel descubrimiento sí cambió la historia, con su revolución industrial y su crítica, genuina para la época, de un Marx que, con mirada atenta, dividió la sociedad entre los que miraban hacia abajo y los que miraban desde arriba. En Latinoamérica este discurso prendió, extrañamente en una sociedad agraria y no industrial, quizás porque el abuso era, a fin de cuentas, el mismo. Parece que llegó el momento que nuestros hijos dejen de repetir ideologías como un mantra y les permitamos observar y plantear nuevas preguntas.