En Rayito de Sol los afrodescendientes son protagonistas
En el jardín de la Junji, ubicado en la población San Marcos, plantaron hasta un árbol de algodón, con el fin de preservar esta cultura típica de nuestra región.
En el patio del jardín infantil Rayito de Sol, las primeras hojas de un árbol de algodón se asoman tímidamente. En julio, los mismos párvulos apoyados por sus educadoras, plantaron la especie.
Esta acción junto a otras más, permitieron que en el establecimiento de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) se pusiera en valor la cultura afrodescendiente. La ambientación del jardín evoca a los esclavos que hace siglos llegaron a tierras ariqueñas dejando su legado y que hoy los pequeños atesoran y aprenden.
Según comentó Jessica Macaya, educadora, Rayito de Sol promueve el conocimiento del arte, cultura y patrimonio como parte de su proyecto educativo. "Hemos hecho un trabajo fuerte en esta temática, primero con las educadoras que se capacitaron en el tema y luego, con los niños que han participado en diversas actividades pedagógicas".
Lo que realiza el jardín infantil se enmarca en el convenio que Junji suscribió con las ONG Lumbanga y Oro Negro, implementando un círculo interactivo en el patio del establecimiento, en el cual los niños, de acuerdo a sus intereses, eligen espacios de danza, artesanía, gastronomía y percusión, entre otros.
"Esta propuesta incluyó también el apoyo de algunos apoderados que tienen ascendencia afro y que nos contaban algunos detalles de esta cultura para después, traspasar este conocimiento a los niños", dijo Macaya.
Motivados
El sonido alegre de los tambores se escucha en los pasillos del Rayito de Sol, mientras Sebastián, del nivel sala cuna, está concentrado trabajando la greda.
La instrucción de las tías es "hacer gusanitos" que luego se unirán para formar una vasija. También pudieron elaborar más caras típicas africanas con este material.
"El otro día y gracias a las ONG, pudimos contar con instrumentos reales y no con los de cartón que habíamos confeccionado. Esto a los niños les encantó porque pudieron tamborear de verdad", relató la educadora.
Otra experiencia que destaca en el jardín que diariamente recibe a 150 párvulos, fue que los pequeños pudieron poner motas de algodón en un árbol de madera, y así conocer cómo será la fibra textil que dará la planta real en unos años más.
"A los pequeños les gusta mucho el arte, están acostumbrados a este tipo de trabajos en nuestro jardín. Como educadoras vemos cómo disfrutan y para nosotros es súper gratificante", sentenció Macaya.