Los esfuerzos que ha hecho el Estado a través de diferentes instituciones y organismos, dan cuenta de la necesidad imperiosa que se ha advertido de reducir hasta idealmente eliminar la costumbre de manejar después de haber ingerido bebidas alcohólicas.

Acciones como la Tolerancia Cero Alcohol y luego la promulgación de un nuevo marco como ha sido el caso de la llamada "Ley Emilia", muestran como Chile hay ido dando pasos tendientes a combatir esta peligrosa mezcla de alcohol y conducción. Sin embargo, las estadísticas evidencian que en medio de altibajos en los resultados, finalmente todavía no se instala como una cuestión cultural el hecho de dejar de lado el volante luego de beber.

Un informe publicado por el diario "El Mercurio", da cuenta de que si bien desde 2015 se registra una sostenida baja en los fallecidos por accidentes de tránsito en los que estuvo involucrado el consumo de alcohol, entre enero y mayo de 2018 la cantidad de automovilistas que fueron sorprendidos conduciendo en estado de ebriedad aumentó en casi un 20% respecto del mismo periodo de 2017. Lo mismo ocurre con los conductores que manejaban bajo la influencia del alcohol.

Probablemente, nuestro país aún necesita de una legislación mucho más rigurosa y fiscalizaciones aún más intensas para que exista plena conciencia de que no se puede conducir un vehículo después de ingerir bebidas alcohólicas. Pero más importante aún es el trabajo y la educación que les queda a las familias. En ocasiones se suele ver ingesta de alcohol por los jóvenes, especialmente varones, como una muestra de osadía y "adultez", lo que fomenta una irresponsabilidad que en ocasiones incluye la autorización para manejar vehículos motorizados. En Arica no es raro reportar accidentes de tránsito en que está presente la mezcla de alta velocidad, consumo de alcohol y jóvenes tras el volante.

Cuando como sociedad seamos capaces de tomar el peso que tiene esta peligrosa mezcla, sin que necesariamente tengamos que seguir viviendo tragedias cercanas, probablemente nos acercaremos a una cultura que erradique el manejar después de haber bebido.

La experiencia mundial indicaba que la Malaria o paludismo es un mal de alcances internacionales, al igual que otras epidemias como la fiebre amarilla. El Dr. Noé sabía también que la Malaria tiende a reinstalarse en los mismos lugares en que ha sido desplazada y que más allá de los artificiales límites geográficos trazados por el hombre, puede alcanzar territorios saneados utilizando a su favor los medios de transporte aéreos, terrestres y marítimos. De allí que era indispensable establecer un convenio de fronteras con las hermanas Repúblicas vecinas de Perú y Bolivia. Además existía la periódica aparición de brotes de enfermedades infecto-contagiosas inexistentes en Chile como la peste bubónica, el tifus exantemático y la fiebre amarilla. El Dr. Noé logró en 1946 que se firmara un Convenio Tripartito entre los tres países limítrofes convocándose a una Conferencia Sanitaria Internacional con representantes de las 3 naciones, que se realizó en Arica entre los días 24 y 26 de mayo de ese año. Este Tratado lleva la firma de los Ministros de Salud Germán Monroy de Bolivia, Juan Garáfulic de Chile y Julio Portugal de Perú y el auspicio de la OPS representada por los doctores Antony Donovan y John D. Long, cuyo prestigio y experiencia avalaban la importancia del pacto.

Este Convenio ha impedido que estas enfermedades pasen las fronteras. Durante el Gobierno del Presidente Fujimori se produjo una epidemia de Cólera en el Perú que no entró a Arica, porque fue detenida en los controles del río Sama gracias a la acción conjunta de los Servicios Sanitarios de los dos países.

Al cumplirse 72 años, la Masonería de nuestros tres países reunida en Arica el 11 de Agosto, rindió un homenaje al distinguido masón Dr. Juan Noé depositando una ofrenda floral en su busto a la entrada del hospital que lleva su ilustre nombre.