La lluteña que convierte las hojas de choclo en obras de arte
Doris Castillo aprendió de su suegra una antigua tradición del valle, que fue perfeccionando hasta elaborar figuras de notable detalle y delicadeza.
Hace 45 años, una joven Doris Castillo llegó desde su natal Vallenar a Lluta. Allí se casó con un lugareño y empezó a conocer las historias y tradiciones del valle.
Entre ellas que antes de que empezara el Puerto Libre y se instalaran fábricas de juguetes en Arica, las niñas del lugar se hacían sus propias muñecas con lo que tenían a mano y eso eran principalmente hojas de choclo, las mismas que el común de la gente sólo ubica como envoltorio de las humitas.
Tradición familiar
Fue su suegra la que le enseñó la técnica, que Doris fue perfeccionando, hasta llegar a su nivel actual.
"Mi suegra me enseñó hace muchos años, pero ella las hacía más rústicas, no tan detallistas como las hago yo", explica.
Y como prueba muestra figuras de vestido largo, con accesorios como sombrillas y abanicos y aplicaciones de blondas, cintas y botones, todo cosido a mano.
También los pinta con gracia y cuidado, dándole personalidad con los rasgos de sus rostros y colorido a los vestidos y peinados, hechos también con pelo de choclo.
Color natural
Y para ello utiliza algunas tonalidades de anilina, pero principalmente pigmentos naturales. Por ejemplo, el morado lo obtiene del jugo de la betarraga y el naranjo lo prepara a partir de zanahorias.
Son estos detalles los que la demoran, porque darle la forma a la muñeca no le toma más de media hora, según cuenta.
De sus manos salen verdaderas familias en miniatura, ya que cada uno de sus muñecos es distinto y de diferentes tamaños, que van desde unos diez centímetros hasta el triple o más, "el límite es el porte del choclo", explicó.
Pero su abanico de creaciones es más amplio y también elabora flores de distintos tipos, también con choclo, con las que compone multicolores ramilletes.
Su trabajo es conocido, principalmente, por quienes frecuentan el Restaurante Curicó de Poconchile, su negocio familiar, pero a partir de hoy estará luciendo sus obras en uno de los stands del Festival del Choclo.
Legado
Allí mostrará y tendrá a la venta para los asistentes sus creaciones, que realiza con la colaboración de su hija mayor, Alejandra Pizarro Castillo, que es la que mayor interés ha mostrado por la técnica y a la que espera algún día pasarle la posta para que esta manualidad perdure.
Una artesanía novedosa y que podría convertirse en uno de los sellos emblemáticos del valle lluteño y que ella espera seguir desarrollando por muchos años, porque asegura que del valle no se mueve.
"Yo llegué de la Tercera Región y aquí encontré a mi príncipe azul. Me casé a los 21 años y mi marido me hizo probar el choclo, así que ya me quedé para siempre", dice entre risas Doris.