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Juan Cristóbal Guarello y el lechero que lo inspiró

En resumen

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-¿Qué piensas sobre el protagonista de tu libro?

-Aldo Marín Piñones es un fiel y trágico personaje, metáfora del Chile de los setenta. Sin cálculos políticos ni redes de protección, se sumó a la lucha armada hasta las últimas consecuencias, empujado por la retórica demencial de sus propios dirigentes. Dio una gran batalla contra el tiempo. Una batalla perdida de antemano. En apenas cinco años, entre 1972 y 1977, pasó de ser un humilde lechero de Vallenar, a un peligroso terrorista, especialista en explosivos.

-¿Por qué se te volvió una obsesión?

-La historia me fascinó. Un chileno muere desmembrado en una calle de Turín al explotarle una bomba. Era evangélico, militaba en el único grupo anarquista de la Galaxia Armada italiana, su familia no sabía dónde estaba enterrado, su hijo jamás lo conoció, su mujer aún lo espera, entrenó para ser guerrillero en Cuba, se enfrentó a Patria y Libertad en Santiago, su cara salió en todos los diarios italianos y chilenos, vivió entre soplones, traidores, mártires y valientes… pero nadie se acordaba de él.

-¿Cuál es tu juicio sobre ese tiempo?

-La historia no se puede enjuiciar, fue nada más, y los grupos guerrilleros no se pueden medir todos con la misma vara porque respondían a contextos históricos, geográficos y sociales diferentes. Es complicado equiparar a los Montoneros argentinos con los militantes del Farabundo Martí de El Salvador. Roberto Bolaño hablaba de los huesos de todos esos jóvenes repartidos por toda América Latina. Fue un momento de fuerte ebullición política. La tragedia estaba cantada.

Con la biografía "Aldo Marín. Carne de cañón" (Debate), el periodista Juan Cristóbal Guarello rastrea la historia de un chileno que en los años 70' abrazó la revolución hasta que partió al exilio en Italia. Allí, sin lazos familiares, militó en una facción anarquista de izquierda hasta que, por manipular mal una bomba que portaba, murió despedazado.

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