Nostalgia pingüina
Se estrena en salas "La isla de los pingüinos", película que recrea, desde la ficción, las marchas estudiantiles de 2007. El director Guillermo Söhrens revive aquellos tiempos con humor, melancolía y una mirada crítica a las dinámicas del poder.
Un fenómeno social tan relevante como los movimientos estudiantiles de los últimos años no podía estar exento de un corpus cinematográfico sacado adelante con adrenalina y entusiasmo. "La revolución de los pingüinos" (2008), "El vals de los inútiles" (2013) y "El desalojo" (2014) son buenas muestras de este cine/espejo que tan bien le hace a la cinematografía local cuando se privilegia la urgencia artística al oportunismo comercial. Recordemos que la última obra mencionada, dirigida por Guillermo Söhrens, se acercaba a la lucha desde el interior del liceo Darío Salas, deslizando un interés por las dinámicas de poder que conlleva el activismo organizado. Vale mencionar que fue elogiada en su momento y en Estados Unidos contó con distribución de Michael Moore.
Pero aún faltaba tiempo para diseccionar la revolución desde otro lugar.
"La isla de los pingüinos" se hace ahora cargo de esa tarea con el beneficio del tiempo y las posibilidades ampliadas de la ficción. Söhrens transforma la cuota de realidad de su ópera prima -y las observaciones que recogió en el camino- en una reflexión intimista sobre sueños colectivos y los roces que conlleva la organización humana. Con una distinción: como nos han mostrado ciertas películas centradas en mayo del 68 (pensemos en, por ejemplo, "Los amantes regulares" de Philippe Garrel), el idealismo revolucionario adolescente va acompañado de procesos personales cruciales como el amor, la rebeldía, la búsqueda de la identidad y la utopía de querer cambiar el mundo.
Hablamos de todo lo que puede ser amenazado por una "adultez" que, en este caso, pareciera tratarse de las altas ambiciones de la política. En la cinta hay un protagonista entrañable como un chico emo que no cree en las marchas (atentos a Lucas Espinoza), un antagonista detestable que es un líder estudiantil que prepara el terreno para una carrera en la política, una vocera idealista, un par de roqueros y otros estereotipos que Söherns adopta a la luz de cierto cine comercial centrado en adolescentes.
El director no le teme a esos referentes porque sabe que cuenta con un elenco cargado de carisma y un barniz de realidad que, en esos días mediáticos de 2007, tenía a Bachelet respondiendo a las peticiones estudiantiles a través de su cuenta pública. La inclusión de momentos reales como ése (a través de archivos) le otorgan al filme un marco histórico necesario para poder adentrarse en lo privado: en las relaciones interpersonales, las asambleas a puertas cerradas y todo lo que define el factor humano de un proceso político.
La cinta dirigida por Guillermo Söhrens incluye escenas reales del movimiento De 2007.