En promedio están una semana viajando por tierra para llegar hasta el país Venezolanos de Tacna a Arica: en busca de una nueva vida
Profesionales viajan durante días en una migración forzada con destino a alguna ciudad de Chile, donde puedan volver a comenzar.
Al esperar el bus a Tacna desde Arica, se ven los pasajeros que acaban de llegar desde el vecino Perú. Muchos son chilenos y peruanos, pero al pasar todos, un ruido de ruedas pequeñas, de esas de bolsos y equipajes, rompe la monotonía. Se trata de un grupo de ocho venezolanos que llevan grandes maletas, sacos, carteras y bolsos, como si en ellos hubieran empacado todas sus vidas. Como ya lo han hecho otros compatriotas, están cruzando la frontera para recomenzar a la fuerza, sin embargo, Arica no es el destino final.
Al otro lado de la frontera, en Tacna, un señor pasa desde el terminal nacional (donde llegan los buses desde Lima) con un carro repleto de maletas. Al verlo un taxista exclama: "son los venezolanos, familias enteras se vienen con todas sus cosas, algunas se quedan acá, pero la mayoría va a Chile. Para ellos, cualquier país es mejor que Venezuela para vivir".
En el terminal internacional de Tacna se forman largas filas para tomar autos y buses a Chile. En esta fila están Andrea, Juan Carlos, Ovando y Wilder. Los cuatro salieron de su país hace siete días, en el camino se conocieron y decidieron acompañarse hasta llegar a su destino: Santiago.
Peripecias
Junto a los cuatro venezolanos hay un grupo de 12 más quienes se apoyan con la comida, las maletas y se dan ánimo en este largo viaje. Luego de casi dos horas de espera en fila, cuando llega el momento de subirse al bus, el asistente les dice que no pueden, pasa de largo y empieza a llamar a peruanos y chilenos.
La indignación los inunda y comienzan a pedir por favor porque con ellos va un niño de tres años, reclaman, pero no son escuchados. Pasa el segundo bus y lo mismo, las excusas del chofer son "es tarde y con ellos nos demoramos más en pasar. No tengo espacio en la maletera".
Esta discriminación comienza a causar molestia no sólo en los afectados, sino que también en pasajeros peruanos y chilenos. En el tercer bus, logran subir gracias a que una de las señoras que pide los tickets de embarque llama a una pareja de policías que interviene para permitirles avanzar.
Daniel Chirino y Bethsy Chirinos, provienen de la ciudad de Valencia. Si bien sus apellidos son similares, se conocieron en el viaje.
Él va a Viña del Mar y ella a Santiago. Su objetivo es llegar donde amigos, "ellos llegaron antes, una vez establecidos nos invitan, uno llega a vivir con ellos hasta poder independizarse y luego irse a vivir aparte", comentó Daniel.
En el caso de Bethsy, ella se vino a Chile, dejando en Venezuela a su esposo y tres hijos, "fui súper valiente para después, Dios mediante, poder traérmelos. Soy abogada especialista en derecho laboral, asesor técnico criminalístico y docente universitaria. Uno viene aquí dispuesta a trabajar de lo que sea con humildad para ir surgiendo poco a poco". El paso para ellos fue rápido, sin embargo, a diferencia de Colombia, Ecuador y Perú, donde no les preguntaron nada, aquí incluso tuvieron que mostrar cuánto dinero traían consigo.
Duanseli Maluenga es abogada y junto a un grupo de cerca de 30 venezolanos llevan siete días de viaje. Se encontraron al salir, algunos se quedaron en Ecuador, otros en Lima y el resto va a Santiago. "Hay cantidades impresionantes de venezolanos saliendo. Vamos con niños pequeños y nos ha tocado hacer largas filas quedándonos sin comer, todos somos profesionales, es muy duro", comentó.
Mientras están en fila para hacer el trámite migratorio en el Complejo Chacalluta, la abogada Carla Cordero junto a unos 10 venezolanos más cumplen viajando ocho días, "terminas haciéndote amigo de todos porque llevas ocho días en los mismos buses, paradas, fronteras y compartes comida, bebida y juegos para hacer menos tedioso el viaje".
Todavía en Tacna, el grupo de Andrea, Juan Carlos, Ovando y Wilder, logran subir, pero les cobran 20 soles por persona, en vez de los 12 de la tarifa normal. ¿La razón? Los trámites demoran más con ellos, argumentan los transportistas y para ellos, el tiempo es oro.
Ya agotados y con el único objetivo de llegar, juntan entre todos sus billetes y pagan. A medida que avanza el bus, avanza su alegría incluso le sacan fotos al letrero que dice "Bienvenidos a Chile Región de Arica y Parinacota", para recordar esta emoción. El paso por migraciones de Perú y PDI de Chile es más rápido de como se lo habían imaginado, sólo les preguntaron cuánto dinero llevaban, a qué se dedicaban en su país y donde llegarían en Chile.
"Yo pensé que me preguntarían el nombre y Rut de la persona que me recibiría en Chile", comenta Andrea ya con más tranquilidad.
Migración forzada
Antes de subir al bus hacia Chile, Duanseli comenta que esta migración es prácticamente obligada, "el tema de comida y medicamentos se ha vuelto mucho más difícil, hay gente que se está muriendo por falta de insulina y de diálisis, las filas para la comida son inmensas y no se puede pagar los altos precios. Eso nos ha obligado a salir y buscar una oportunidad mejor de vida; en Venezuela se vivía muy bien, pero con este comunismo no se puede. Si cambiara la situación política de seguro todos nos volvemos".
Carla Cordero explica que quienes trabajan en empresas o entes públicos, con sus sueldos nada más les alcanza para un almuerzo durante todo el mes. "Acá hay ingenieros, abogados, profesores que no pueden comer y tienen niños. Es difícil mantener la vida allá. Tenemos muchas arroceras, pero no se distribuyen de la misma manera, hay saqueos en algunos lugares porque la escasez hace que algunos entren en desesperación".
Carolina Machado, es una joven venezolana que hace seis años llegó a Chile y está establecida en Arica. Hace dos meses le envió dinero a su mamá porque la situación ya es insostenible. "Venezuela está por el piso, no tienes dónde comprar comida, si mandas dinero 20 mil pesos chilenos son seis millones de bolívares y no te alcanza para nada; un pollo vale un millón de bolívares, un kilo de arroz vale 600 mil bolívares. Mi hermano ahora se vendrá con sus dos bebés porque no le alcanza el dinero y él trabaja para empresas de gobierno ganando bien. Imagínate, tiene dinero pero no hay donde comprar comida. La situación es pésima, el que puede sale de Venezuela. Nos duele porque ya tienes una vida construida, casa, auto y vienes a comenzar de cero, a dormir en el piso, a buscar trabajo".
Nelly Machado, madre de Carolina, comenta que "no se puede vivir mientras el país no cambie. Yo soy educadora y llegué a vender fruta en un mercado. Lo que nos dan lo recibimos porque lo necesitamos".
Zenaida, amiga de Carolina y de Nelly, es educadora de párvulos y trabaja en un puesto de comida en Arica. Comenta que "hay mucha decepción, hacemos cola hasta las cuatro de la mañana para comprar harina o pan y a veces llegas de última y no consigues nada. Buscas un medicamento y no lo encuentras, tienes dinero porque trabajas, pero del banco solo puedes sacar un 3% de tu dinero porque no hay efectivo, lo único que tienes es la tarjeta de débito. Añoramos nuestro país, amamos nuestra patria, si cambia la situación nos devolvemos".
Es más de la media noche, y el grupo de Andrea, Juan Carlos, Ovando y Wilder, recién pisan suelo ariqueño. De inmediato toman todos sus bolsos y cruzan al terminal nacional, en donde se encuentran con decenas de compatriotas haciendo lo mismo que ellos, buscando pasaje a Santiago. Algunos compran para Iquique o Antofagasta para dormir en el bus, tras muchas vueltas encuentran pasaje para el día siguiente a las 8.00 de la mañana.
Pasarán la noche en Arica y una vez en el bus a Santiago, al fin podrán descansar felices. Ahora les toca comenzar esta nueva vida.