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Todos a bordo: Próxima parada el universo

Con dos carros llenos de curiosos turistas y astrónomos aficionados el Ferrocarril de Arica a La Paz realizó el primer viaje de su Tren a las Estrellas.
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El tren traquetea suavemente al ritmo de las canciones de la Nueva Ola que salen de los parlantes del amplio coche Schindler.

Por las ventanillas se ve la luz del día empezar a declinar sobre la parte alta del Valle de Lluta, mientras los pasajeros conversan y picotean sus snacks de quesos, tapaditos, frutos secos y frescos también.

A la velocidad que se desplaza, el convoy tarda dos horas en llegar a Central, lo que puede parecer mucho si se considera los kilómetros de vía, pero no tanto si se considera el destino del viaje, porque este no es un tren a la pampa, es un Tren a las Estrellas.

La citación era a las 19 horas, pero la locomotora y los dos carros de origen suizo partieron 12 minutos después desde la ex Maestranza Chinchorro.

A bordo, turistas y tres integrantes de la agrupación de aficionados a la astronomía y cohetería Castor y Pollux de Arica.

Saliendo del Valle de Lluta, su director, Rafael Taucare, tomó el micrófono y las canciones de Cecilia, Buddy Richard y el Pollo Fuentes dieron paso a una breve charla sobre la jornada de observación del universo que esperaba mil metros más arriba.

"¿Alguna pregunta?", dijo Taucare, y empezaron a alzarse las manos.

"¿Es verdad que somos polvo de estrellas?".

"¿La Luna salió de la Tierra?".

"¿Es cierto que el agua de los mares llegó de los cometas?".

"¿Se van a invertir los polos de la Tierra?"

"¿Cuánto tiempo le queda al Sol y cómo va a morir?"

Fueron soltando sus dudas los viajeros, a los que Taucare respondió con paciencia, anécdotas y también algo de mímica.

De constelaciones e historias

Son pasadas las 21 horas cuando con chirrido de aceros resbalando el tren se detiene en Central.

Afuera, la negrura sólo es interrumpida por una lejana ampolleta de la entrada del retén de Carabineros y unos pocos y difusos puntitos en el cielo. Está seminublado.

No importa. Los chicos de Cástor y Pollux dividen a los pasajeros en dos grupos para hablarles de constelaciones y estrellas. Mientras con láseres verdes apuntan al firmamento como un profesor a la pizarra, hilvanan historias sobre Orión y Tauro, Sirio y el Can Mayor, Capricornio y Ofiuco.

El tiempo pasa rápido y, lo mejor, las nubes pasan también. Hora de ir a los telescopios.

El primero apunta a la Nebulosa de Orión, ubicado a mil 200 años luz de la Tierra, donde se están formando nuevas estrellas.

El segundo, al cúmulo globular 47 Tucán, semejante a un ojo en el cielo, pero formado por miles de estrellas, agrupadas en un espacio pequeño (astronómicamente hablando, claro), a 16 mil 700 años luz de nosotros.

La tercera parada, unos potentes binoculares para ver las Pléyades con inusual nitidez.

Satisfacción cósmica

Pasadas las 23, comienza el regreso, con pasajeros cansados, pero contentos. "Fue espectacular, me encantó. El trayecto, la atención, la experiencia de mirar las estrellas, pero lo que más me gustó fue esto de haber recuperado la magia del tren en un paseo", resumió Mónica Gutiérrez, de Rancagua.

También satisfecho quedó el astroguía Taucare.

"Fue bastante interesante, porque me salieron con preguntas que no me esperaba, además que entiendo es primera vez que se hace esto en Chile, entonces es muy importante para nosotros".

Respecto de futuros viajes, explicó que "el cielo va cambiado a lo largo del año, así que si repetimos este trayecto en marzo, por ejemplo, habrá otras cosas que mirar en el cielo".

"Fue bastante interesante, porque me salieron con preguntas que no me esperaba".

Rafael Taucare,, director de Castro y Pollux."