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Gracias a la fruta tiene a cuatro hijos en la universidad

Belictor García comercializa desde hace más de 30 años, diversos productos del agro en el centro. Este trabajo le permitió sacar adelante a su numerosa familia.
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Los días para Belictor García parten a las seis de la mañana. A esa hora se levanta junto a sus hijos mayores -los que en estas fechas están de vacaciones- y parte al Terminal del Agro. Después, de vuelta a casa para tomar un desayuno rápido e ir hacia Colón con Thomson, donde hace 17 años tiene su carrito, en el que comercializa frutas.

El "Beli", como le dicen sus conocidos y clientes más antiguos, le inculcó a los suyos la pasión por el trabajo. La misma que él heredó de su madre, quien se dedicaba también a las ventas en el Mercado Colón. La misma mujer que creó su nombre justo antes de inscribirlo, juntando azarosamente distintas letras que encontró en un periódico.

Belictor, Isai, Karin, Kelly, Amín y Samir son los hijos de este hombre nacido en Camiña, pero que llegó a los cinco años a Arica. "Acá me enamoré perdidamente de una mujer de Concepción y nunca más volvió a sus tierras. Somos una familia muy unida", confiesa.

Al "casero de la fruta" lo ubican y harto. La gente que pasa lo saluda y le pregunta por el precio de las guindas, los damascos o las paltas. Sus hijos mayores, por otro lado, pesan la mercancía que, aseguran, es fresca y a bajo costo.

No a las tijeras

Gracias a este trabajo, Belictor tiene a cuatro de sus seis hijos estudiando en la educación superior. Aunque los jóvenes le ayudan en su carrito, a él no le gustaría que siguieran con esta tradición familiar.

"Es un trabajo de mucho esfuerzo. Me gustaría que terminen sus estudios y que sean profesionales, para que puedan salir adelante", dice.

Y es que a él no se le presentó esa oportunidad, aunque confiesa que sí hizo un curso de peluquería a petición de su padre, quien le recomendó seguir ese camino.

"A los peluqueros les iba bastante bien, entonces él me incentivó a estudiar. Pero no hubo caso, no me gustó y empecé con el negocio", recuerda.

Así empezó vendiendo frutas en los años 80 en Velásquez, en un Arica antiguo que hoy añora. "Era todo mucho más tranquilo, no había delincuencia. Es necesario que la ciudad surja y salga adelante, pero es un arma de doble filo, porque eso también trae más cosas malas".

Dice que en todos estos años le ha tocado ver cosas buenas y malas en el centro y que la gente ya no es como antes, básicamente porque no se educa, no lee. "A mí me gusta mucho leer. Siempre he pensado que el pan es al estómago lo que los libros son a la mente. Si la gente leyera más el mundo sería distinto", asegura.

Temblores y lluvias

Al carrito de frutas -que se instala desde las 10 a las 18 horas- llega bastante gente. Las ventas no paran, sobre todo entre las 12 del día y las tres de la tarde.

Belictor recuerda que hace años, compró harta mercadería en el Agro para ofrecerla a sus clientes. Estaba armando el negocio en el mismo lugar de siempre, cuando producto del invierno altiplánico, comenzaron a caer fuertes goterones en el centro. "Se mojó todo. No me quedó más que cargar la camioneta e irme".

Algo similar pasa cuando tiembla, pues los negocios cierran y la gente parte desesperada a sus casas. "Ahí también tengo que guardar todo y salir arrancando", confiesa entre risas, mientras una clienta le pregunta por el precio del kilo de sandía.