Una práctica riesgosa
A pesar del llamado hecho por Bomberos y otras autoridades, los "globos de los deseos", como popularmente se conoce a las lámparas voladoras que se elevan por acción del calor de una mecha, nuevamente se vieron en los cielos de distintas ciudades de nuestro país, durante la noche de Año Nuevo.
Arica no fue la excepción y si bien no aparecieron tantos como ocurrió el año recién pasado, las tenues luces de estos elementos no estuvieron ajenas al momento de los abrazos típicos de la hora cero de este 2018. Más allá de que se trata de globos que no están prohibidos y respecto de los cuales autoridades no han establecido prohibiciones específicas, sino que más bien han apostado a su uso criterioso, lo cierto es que al fin y al cabo siempre es necesario poner en consideración cada uno de los problemas que pueden venir asociados a un juego que parece simple e inofensivo.
Primero, está el riesgo de incendios, que en nuestra ciudad es evidente, especialmente cuando muchas casas en las que estos globos pueden caer, aun sin apagarse por completo, tienen en sus techos basura, material ligero u otros elementos que puede transformarse en el inicio del fuego.
Cuando una persona eleva uno de estos globos, no puede saber, asegurar ni garantizar que caerá en un lugar seguro y libre de riesgos de incendios. A eso se suma también el paisaje natural de la zona: el humedal, alguna parcela, alguno de los valles con vegetación seca. Cada uno puede convertirse en un foco de incendios con la caída de un globo aún encendido. ¿Y qué pasa con la contaminación que generan estos globos al caer, con un papel quemado y una mecha impregnada en combustible?
Lo cierto es que el uso de estos elementos ha quedado bajo el criterio de las personas. El problema es qué ocurre cuando el criterio no alcanza para poder evitar accidentes como los que ya se han registrado en otras ciudades e incluso en la nuestra, debido al libre volar de estos globos encendidos. Se espera que este año nuevamente existan conclusiones claras y que deriven en medidas concretas para que una práctica que parece tan inocente, sea siempre tal.