A principios de mes la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) dio a conocer "Balance 2017-Proyecciones 2018" que el gremio realiza todos los años a partir de los datos de su informe Macroeconomía y Construcción (MACh).

Este indicador mostró que la inversión en construcción a nivel nacional cerraría el 2017 con una caída de 1,8%, siendo este el tercer año consecutivo en que la inversión anual en construcción finalizaría con números negativos, principalmente producto de la menor inversión en infraestructura productiva privada.

En tanto para el 2018 se proyecta un repunte de la actividad sectorial por mejores expectativas, el efecto de una menor base de comparación y un alza de la inversión tanto en infraestructura (2,7%) como habitacional (1,8%). En tanto, a nivel regional se espera que estos números estén entre 2.3% y 3.3%

Pero más allá de los números, que algo indican, tanto públicos y privados debemos cambiar las formas, promoviendo un trabajo en conjunto para construir los instrumentos que nos rigen permitiendo una mejor convivencia, como el Plan Regulador o la Estrategia de Desarrollo Regional.

También es relevante disminuir la burocracia en torno a los proyectos, por ejemplo agilizando la tramitación de permisos en la Dirección de Obras Municipales (DOM). Esta es una demanda creciente en el tiempo, la que provoca pérdidas de productividad y que importantes proyectos no se concreten.

Otro aspecto para hacerse cargo es la necesidad de relegitimar las bases de nuestra institucionalidad, de modo que la aprobación de los proyectos y la resolución de las discrepancias no terminen en la justicia.

Como industria debemos cambiar nuestra forma de llevar adelante los proyectos de construcción, vinculándonos proactivamente con todos los actores relevantes que la componen. Por ende, tenemos desafíos como país, como Estado y como industria; por lo que debemos trabajar unidos para abordarlos, por el bien de todos. Construyamos juntos.

No se puede desconocer que el camino previo a la elección presidencial de este fin de semana, en un proceso que comenzara el 19 de noviembre con la primera vuelta, estuvo marcado por enfrentamientos, críticas y juicios desde los sectores que llegaron a la definición. Fueron discusiones que atravesaron una serie de ingredientes, desde los análisis más profundos y serios de nuestra realidad política nacional, hasta aquellos comentarios cruzados que rayaron lo odioso y lo anecdótico. Muchos de los comentarios y discusiones tuvieron eco y escenario en las redes sociales, que más allá de los flujos y de los usuarios, nuevamente no fueron determinantes a la hora de lo que las urnas establecieron como decisión ciudadana.

Hoy, cuando todo este proceso ha terminado, la política en Chile, sus personajes, y la ciudadanía comienzan también a mostrar el otro rostro. Ese que habla del respeto por las decisiones soberanas, en este caso, de quienes asistieron a votar. Nuestro país se siente hoy orgulloso de señales que para el resto del mundo también son ejemplares.

Por ejemplo, el temprano reconocimiento de parte de Alejandro Guillier y su comando del resultado de la elección, reflejado en la llamada que hizo al ya electo Presidente Sebastián Piñera.

Posteriormente, el comunicado que juntos darían frente al país, hablando de los resultados de este proceso. Al final de la jornada del domingo, Piñera hablando con respeto y reconocimiento de sus contenedores. Y finalmente, una tradición republicana instalada, que es el desayuno entre el Presidente en ejercicio, en este caso la Presidenta Bachelet, y el Mandatario recién elegido.

Chile necesita de estas señales y de este tipo de gestos, en donde más allá de las diferencias lógicas y legítimas que puede existir entre los distintos sectores, prevalecen el respeto, la altura de miras y una visión de país.

Las denuncias que se alejan de este espíritu republicano deben ser debidamente comprobadas y resueltas, o de lo contrario, alejadas de la discusión seria y madura que se espera de una clase política que está obligada a trabajar sobre estas bases, para recuperar la cercanía que ha perdido con la sociedad nacional.