Días de radio en tres décadas de nostalgia
Con 50 años de locución, el escritor Carlos Massa Crespo investigó la historia radial ariqueña para dejar un legado de esos tiempos donde las voces encantaban al auditor.
Por esas casualidades de la vida, ¿usted sabe cuándo se escuchó por primera vez en Arica la transmisión de una radio chilena?
Si no lo sabe, no se preocupe porque eso lo cuenta y revela Carlos Massa Crespo (81), conocido locutor y ex relacionador público del Ministerio de la Vivienda, quien investigó durante tres años la historia de la radio dando forma a su nuevo libro que tituló "Los años inolvidables de la radio en Arica".
El texto abarca desde 1955 hasta 1985, y como una máquina nostálgica del tiempo parte un 31 de diciembre de 1954 cuando los pocos habitantes que tenía esta ciudad se preparaban para celebrar la fiesta de Año Nuevo.
En esa víspera el locutor y profesor del Instituto Comercial Vicente Vargas Orellana, fue la primera voz que escucharon los ariqueños de la naciente criatura llamada "Radio El Morro", que en unas modestas oficinas del edificio del Seguro Obrero (actual edificio Vicuña Mackenna) comenzó sus transmisiones.
"En esos años, como una necesidad social dado que acá se escuchaban sólo radios peruanas y bolivianas, comenzó la inquietud de contar con una radio", revela el autor de este libro.
Y señala que antes de nacer esta emisora fueron dos alumnos del Instituto Comercial, Aída Carrasco y Moncho Muñoz, quienes comenzaron con las pruebas en calle Yungay con un radioaficionado.
La inquietud de contar con esta radio tuvo hasta respaldo del gobernador de entonces Manglio Bustos, apoyado nada menos que por el Presidente de la República de entonces, Carlos Ibáñez del Campo.
Todo se materializó a través del Banco del Estado, dueño de la Radio Corporación, buscando aportar al desarrollo de Arica y como cauce de expresión de la ciudadanía.
Carlos Massa descubre en su investigación que la radio El Morro pasó a ser un verdadero fenómeno de popularidad donde los locutores eran verdaderos personajes de la ciudad y muchos de ellos llegados desde Santiago o Valparaíso.
Pero también como anécdota, cuenta que hubo ariqueños que con su voz y carisma contaban con gran número de fans que repletaban la radio y no se perdían programa.
Es el caso de Patricio Fontirroig que con su programa musical "El tocadiscos" se transformó en una figura que luego trascendió hasta la capital.
"El programa de El Tocadiscos ya existía en Santiago y lo que hizo Patricio fue conseguirse la autorización para hacer uno igual en Arica", comenta Carlos Massa.
Eso sí, hace la diferencia con la actualidad, explicando que "en esos tiempos los llamados disjockeys eran verdaderos comentaristas de discos, periodistas de la música joven".
Asimismo, cuenta que las radios en Arica en tiempos que no existía la televisión "tenían desde programas de música juvenil, selecta, ligera, hasta departamentos de prensa, deporte y en la noche los radioteatros, muy populares en la población radioaficionada".
En la huella
Luego del nacimiento de Radio El Morro, el autor investigó que dicha huellasembrada por la emisora que luego trasladó sus estudios al edificio Richard´s (calle Baquedano con Maipú) comenzó a ser seguida por emprendimientos radiales locales y universitarios.
"Así nació la radio Universidad del Norte, la radio Inacap creada por Ernesto Riquelme Basignan, y la radio Arica", menciona.
En el caso de esta última emisora que estuvo en varios lugares de la ciudad como en calle Baquedano, Colón y Patricio Lynch, marcó un antes y un después, porque su estilo popular con locutores que rompieron esquemas, la hizo ser de las más altas sintonías.
A mediodía, las radios a pilas de toda la población se encendían para escuchar las copuchas políticas del programa "Punto Cero" de Aurelio Marcos.
Fue en esos momentos donde comenzaron a nacer los locutores que se identificaban con la gente por su sensibilidad y entrega, los que marcaron toda una época como Carlinhos con su espacio "Ginga de Oxalá", Billy Espinoza con el madrugador "La Grúa", y Moncho Muñoz con sus chistes, quien "el día anterior a su muerte estaba transmitiendo".
Para el autor del libro "con las radios satelitales se perdió identidad y el centralismo nos cubrió con sus tentáculos comunicacionales, sin contar con lo de internet".