En 2015, la Seremi de Salud y la Municipalidad de Arica impulsaron la campaña "La basura es un problema de todos". Se trató de un nuevo esfuerzo que buscó involucrar a toda la comunidad en el cuidado del aseo de nuestra ciudad. Durante la campaña se colocaron anuncios en la locomoción colectiva como también en lugares estratégicos, buscando crear conciencia respecto a esto que efectivamente es un problema de todos. Hubo también diálogos, conversaciones con la comunidad.

Lamentablemente, la lucha contra uno de los flagelos más tristes y evidentes de nuestra turística ciudad todavía no logra dar resultados. Una de las secciones nuevas de La Estrella, y más recurridas por los vecinos es "Mi Barrio". Esta ha servido para reflejar la molestia de diversos sectores debido a los desperdicios y micro basurales que se ven en poblaciones.

Nuevamente, debemos concordar en que no se trata de un problema que ataña exclusivamente a las autoridades, que tenga que ver con campañas, o con programas especiales que deban hacer ya sean autoridades locales o regionales. Tiene que ver más bien con el compromiso que tiene cada uno de los ariqueños y ariqueñas. Hoy se observa un excesivo individualismo respecto del problema de la basura. Los desperdicios molestan dentro de las casas y pareciera que la única forma de desentenderse de aquello, es alejando la basura lo más posible de los hogares, al costo de lo que significa eso para la ciudad.

Lamentablemente, muchas veces la escasa disposición a hacer el mínimo sacrificio de retener los desperdicios en los hogares hasta cuando se deba, termina convirtiéndose en un problema para la comunidad en general, para el vecino que está afuera de la casa, para el peatón, finalmente, para una ciudad turística manchada por la suciedad.

¿Hemos llegado al momento en que se tenga que fiscalizar, incluso, el respeto que se tenga por nuestra Arica? Es evidente que la próxima campaña debe apuntar al cariño que se debe tener por la ciudad. La basura sigue siendo un problema de todos, cuando no sabemos disponer de ella y perjudicamos la imagen de esta zona.

Circular por el curso medio del Valle de Azapa, es serpentear por una angosta ruta apretujada por carpas de invernadero. Elevarse un poco por los repechos del camino, es contemplar un desolador paisaje plástico. Y no podría ser de otra forma, cultivar bajo condiciones de invernadero, con el uso de mallas antiáfidos, no sólo se elimina la presencia de vectores, plagas y aves que dañan los cultivos, sino que se posibilita el control de las variables atmosféricas, lo que en el peor de los casos, duplica los volúmenes de producción.

Las empresas semilleras transnacionales dominan muy bien estas innovaciones tecnológicas. Tras talar añosas plantaciones de Olivos, han dado origen a modernas y sofisticadas estructuras, donde se experimenta con diversas especies transgénicas y cultivos exógenos. Es un secreto a voces, que las famosas Aceitunas de Azapa, orgullo de los ariqueños, ahora provienen de Tacna.

Como consecuencia lógica, se ha perdido sistemáticamente la cobertura vegetal nativa del Valle, restringida a deslindes prediales y el lecho del río San José, generando con ello, la extinción de las aves silvestres asociadas. Quedan muy pocas rapaces, no he vuelto a ver chorlos cabezones, menos gallinitas ciegas, los picaflores son menos frecuentes; palomas y jotes, son los únicos que abundan.

Por otro lado, la ciudad penetra con fuerza valle arriba, en un proceso de urbanización, que elimina flora nativa y ocupa suelos de alta productividad agrícola.

Parece que la última frontera, es el sector de Chamarcusiña a Livilcar. No es mala idea protegerlo como Área Silvestre Protegida. Argumentos sobran: gran belleza escénica, abundante flora nativa, avifauna asociada, importantes vestigios arqueológicos, etc. Pero a quién le importa la conservación o el desarrollo sustentable, lo importante es el crecimiento económico, como sea. Es urgente un análisis ético ambiental al respecto.