Secciones

Las llamas, Cristian y el ataque de las trombículas

Colaborando con una colega para su tesis, el veterinario de Indap en la provincia de Parinacota ayudó a descubrir que en los rebaños de camélidos, no todo lo que pica es sarna.
E-mail Compartir

En medio de un bucólico paisaje, enmarcado por un cielo azul turquesa y montañas glaseadas con nieves eternas, tiernos animalitos pasean calmos luciendo sus abrigos de mullida lana. Pero tras esta idílica imagen se cierne una amenaza invisible: el ataque de las trombículas.

Lo que pareciera el inicio de una saga infantil, al estilo de El Lórax en busca te la Trúfula Perdida, es una realidad contra la que Cristian Olivares, 32 años, veterinario, lleva adelante una decidida campaña.

Su objetivo es mantener a raya a estos parásitos, que viven en los bofedales y atacan a las llamas y alpacas cuando estas van a tomar agua.

Esta cruzada partió por pura casualidad hace dos años, cuando ayudó a su colega Vania Navarro a realizar un estudio para su tesis sobre la sarna en el ganado camélido de Parinacota y tras analizar a 867 animales, se encontraron con la sorpresa de que el 82 por ciento de los ejemplares analizados, en realidad no tenían el ácaro de la sarna, sino que estaban parasitados por trombículas.

Estos son pequeñísimos bichos, de menos de un milímetro los adultos, parientes de las garrapatas, que en su etapa larval parecen insectos, porque tienen seis patas. Es entonces cuando se instalan en la vegetación de los bofedales, soportando sin problemas los efectos de la altura y el frío, a la espera de que un animal se acerque.

Cuando una llama o una alpaca llegan a pastar, se suben por cualquier parte del cuerpo en contacto con la vegetación. Por eso se concentran principalmente en la caras, orejas, comisuras de los labios, ingle, axilas y área alrededor de los ojos de los camélidos, donde se reúnen a veces por cientos, llegando a formar manchas rojizas sobre el animal.

Allí succionan sangre, linfa y restos de piel, causando un cuadro muy similar a la sarna. A los cinco días las trombículas se dejan caer nuevamente al suelo, para continuar su ciclo vital, pero la picazón en los animales persiste y se rascan, hasta que se les cae el pelo y se producen llagas, que sin tratamiento se infectan.

Nuevo enfoque

Según explicó Olivares, la parasitosis por trombícula está poco estudiada y cómo el bicho permanece tan poco tiempo en el animal, todavía no hay un tratamiento específico para combatirlo. Hasta ahora, lo que principalmente se hacía era tratar los síntomas o los daños que deja en los camélidos.

Pero él, como veterinario del Indap en Parinacota, está probando un nuevo enfoque. "Estamos tratando los rebaños de manera preventiva, con un baño sanitario en abril, fumigando las instalaciones y a fines de noviembre repetimos el tratamiento", explicó.

De esta manera, lo que busca es evitar que los animales se infesten, aprovechando que el cambio climático también les está dando una mano. "Actualmente, como los reportes meteorológicos nos indican que la estación lluviosa se está corriendo, tenemos ciertas ventajas, como por ejemplo, bañar a los animales con un producto antiparasitario a fines de noviembre o principios de diciembre, lo que puede ser una muy buena opción ya que el producto no se verá afectado por las lluvias", explicó.

Ahora, plantea, es necesario seguir estudiando a la trombícula, porque hay muchas dudas sobre su comportamiento, como dónde y cuándo es más frecuente, lo que arrojaría nuevas luces sobre cómo evitar este flagelo para la ganadería camélida.