Nuestra ciudad alberga innumerables personajes con grandes historias de vida, muchas de ellas desconocidas y otras que van apareciendo, como ha sido el caso de don Gabriel Zegarra, el jardinero que a sus 91 años, trabaja con entusiasmo en la mantención de áreas verdes de Arica.

Una primera mirada de inmediato llama a la siguiente reflexión: por qué una persona a su edad, que a esa altura de su vida debería estar descansando e idealmente disfrutando de todo el esfuerzo de años, se encuentra todavía trabajando en un oficio que hasta puede resultar pesado.

Sin embargo, la respuesta la da él mismo: el cariño a su oficio puede más que retornar a la soledad de su hogar, especialmente después de la muerte de su compañera. Reconoce un amor por el oficio que lo mantiene no sólo activo, sino que comprometido con las áreas verdes que le corresponde cuidar.

Es ese amor por el oficio, lo que lo lleva a hacerlo bien. Habla de técnica, de experiencia y de los consejos que sólo saben dar los años haciendo algo muy similar a la vida agrícola que llevaba en el poblado de Belén. Personas como don Gabriel aportan miradas especiales y muy pertinentes de la ciudad. No sólo habla su experiencia, sino que también habla su capacidad de comprometerse ya sea con su trabajo o hasta con el mismo embellecimiento de más de algún rincón de Arica.

Es de esas personas a las que les molesta, y con razón, que no se respeten los esfuerzos que se hacen -y que particularmente también hace él- por hacer de nuestra ciudad un lugar más atractivo y amable, en donde las áreas verdes sean realmente "verdes".

Es ese compromiso el que hace que su opinión sea tan respetable a la hora de reprochar la lamentable falta de respeto y consideración que algunos ariqueños y ariqueñas, o habitantes en general de la ciudad, tienen hacia los espacios públicos que deberían ser una hermosa y permanente postal.

Son muchas las lecciones que puede dejar una simple conversación con personas como don Gabriel. Lecciones de gratitud con la vida, con nuestro trabajo, con nuestro entorno. Lecciones de compromiso nuestra ciudad.

Cada vez que necesitamos movilizarnos desde los barrios periféricos de Arica hacia el centro de la ciudad, los tacos que se producen en las arterias de mayor afluencia vehicular producen demora y por ende nuestro lógico malestar.

El desmesurado parque automotriz de Arica ha precipitado una crisis que de acuerdo a las estimaciones más optimistas, si no se actúa con rapidez y energía, la crisis podría acarrear serios problemas de carácter productivo.

Así, sólo si se rediseña la política actual, que permite el uso del automóvil sin restricciones, podríamos alcanzar algún grado de éxito en la búsqueda de soluciones.

Hasta la vista, no existen - que se sepa - estudios serios sobre nuevas reglas para el tránsito de vehículos, salvo opiniones de expertos, que señalan que de seguir aumentando el parque automotriz, sin que se adopten medidas restrictivas, llegará el momento en que los vehículos, no podrán circular, ya que las calles estarán completamente saturadas en los horarios peak.

En días recientes se anunció el cierre de la calle Maipú a la circulación de automóviles particulares. Una buena medida, para permitir el mejor flujo de la movilización colectiva, pero el impacto debe ser algo así como cero coma cinco, en una escala de 1 a 10. En efecto, para un mejor resultado, deberían cerrarse a la circulación del micro transporte público - colectivos - en calles como Lynch, Baquedano y San Marcos - durante la semana laboral, fijando el límite de ingreso al centro en las avenidas Juan Noé y Chacabuco, lo que significaría sacar unos tres mil automóviles del centro, en hora punta, lo que haría más rápido el flujo de taxi buses y transporte escolar, que son los medios que transportan más pasajeros por vehículo.

Muchos podrán decir que sugerir algo así es exagerado, que todos tienen derecho elegir como llegar a sus destinos libremente, lo que es legítimo. Sin embargo nuestros problemas no van desaparecer mágicamente, si preferimos mirar para el lado. Por el contrario, cada día va a ser peor.