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Gracias a los dulces aprendieron que se puede salir adelante

El Sence realiza talleres de repostería y panadería a personas en situación de discapacidad, para que a futuro puedan emprender con un negocio propio.
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AVíctor Hugo (29) le gusta la música. Como su padre es miembro de un grupo folclórico, creció con el sonido de la guitarra, los teclados y el tormento. Por eso, le gusta tocar. Pero también ama pintar. Y comer.

Víctor Hugo tiene Síndrome de Down, razón por la que su madre, Mariela Cisternas, es su sombra. Juntos decidieron participar de una capacitación en repostería y panadería que les permitirá encontrar una oportunidad laboral a futuro.

Como ellos, 25 jóvenes, adultos y personas de la tercera edad en situación de discapacidad, son beneficiarios del programa 'Becas Laborales' del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (Sence).

"Por la condición de mi hijo me veo obligada a trabajar en casa, donde tengo una peluquería. Mi idea, además de cortar el pelo, es vender dulces para que mis clientas puedan disfrutar de un café con un brazo de reina o un alfajor mientras esperan atención", cuenta entusiasmada Mariela.

Víctor Hugo ha incursionado con éxito en la cocina. Amasar es lo suyo, y así ha creado kuchenes y tartaletas, siempre con ayuda de su madre. Y el merengue es su especialidad.

"Uno piensa que ellos no pueden hacer este tipo de cosas y una tampoco los deja y les termina haciendo todo. Pero en el curso me he dado cuenta que él puede y además, disfruta haciéndolo", agrega la madre.

De lunes a viernes, Víctor Hugo sabe que tiene un compromiso y no falta. Junto a Mariela llegan hasta la Universidad Santo Tomás, donde se realizan los talleres y comienzan a cocinar, pero también, participan de clases relacionadas con el emprendimiento. "Incluso le ha tocado disertar", acota.

"Sence al tener como pilares la capacitación y la empleabilidad, realiza acciones que van en ayuda de los grupos más vulnerables, en especial atención a las personas en situación de discapacidad, pudiendo desarrollar competencias laborales que les permitan trabajar y ser autovalentes", explicó Aníbal Cofré, director regional del Sence Arica Parinacota.

El recuerdo de mamá

Raúl Quezada (60 ), poco a poco fue perdiendo campo visual producto de una enfermedad degenerativa y hereditaria que afecta a la retina. Desde el año 2000, su visión se redujo notablemente, razón por la cual, actualmente se desenvuelve gracias a un bastón.

Dice que su amor por la cocina lo heredó de su madre, que le enseñó cocinar. Y aunque prepara de todo, lo que mejor le queda son los postres, especialmente uno que hace con manzanas y leche condensada.

Antes, mucho antes de que Raúl ingresara al curso que en un tiempo más le permitirá comercializar productos de repostería, él manejaba colectivos. Era su forma de ganarse la vida.

"Yo veía, pero de manera limitada. Una vez, doblando por una rotonda, iba a pasar con el vehículo y no me doy ni cuenta cuando tenía a un ciclista en el parabrisas. Y es que mi campo visual era tan estrecho que no lo vi", recuerda.

Antes de dejar para siempre la licencia de conducir, cuenta que se llevó a la familia a pasear al altiplano.

"Me llevé a mi mamita. Después ella se enfermó y quedó postrada, pero la ceguera fue la oportunidad para que yo dejara el trabajo y además, me preocupara de ella. La cuidé hasta que falleció. Porque de eso se trata todo esto... de ver en cada cosa una oportunidad".