El barítono, no obstante la condición que se atribuía, no pasaba de ser un sujeto aparentando ser cantante y fingiendo cantar.

La prostituta era virgen. Una temprana y singular anomalía le había permitido conservar su doncellez, por lo que su engañosa condición se perpetuaría, salvo algún evento inusual y extremo.

El religioso era célibe. Y aun cuando en el desarrollo de su ministerio era sometido a tentaciones, su conducta era intachable, diáfano testimonio de la verídica vocación que lo alentaba.

El cuentacuentos daba fe de no serlo. Juraba que sus relatos eran acontecimientos históricos y legítimos, desprovistos de toda exageración.

Los cuatro se encontraron en un aeropuerto, viajando cada cual por su lado, para embarcarse en el mismo vuelo.

El barítono viajaba para iniciar un tratamiento con un renombrado especialista. Esperaba recuperar el tono de voz que nunca tuvo, para reanudar una carrera que jamás había ejercido. Solicitó un asiento en pasillo y permaneció amurrado todo el viaje.

La prostituta virgen esperaba alcanzar a ver con vida a su madre moribunda. Uno de sus clientes habituales le había sacado los pasajes a crédito. Ella devolvería el favor, en cómodas "cuotas sexuales".

El sacerdote célibe se haría cargo de una parroquia, debido a la imprevista reclusión de su titular en una casa de acogida para religiosos, luego de un confuso incidente con uno de sus feligreses más jóvenes. Al preguntarle qué asiento deseaba, mencionó que cualquiera le servía. En una decisión exenta de malicia, lo sentaron junto a la prostituta.

El cuentacuentos, tras pedir un asiento junto a la ventana, se dedicó a mirar el paisaje. Viajaba a recibir un inesperado premio literario, ganado con un singular relato, contado desde su extravagante visión de lo veraz y lo ficticio.

Arribado el avión a su destino el cuentacuentos desembarcó. Y descendieron con él la prostituta, el cura y el barítono, apretujados entre las páginas del texto que sostenía bajo el brazo.

La incertidumbre que vivieron en los últimos días los tradicionales mundiales de Surf y Bodyboard, necesariamente requerían acciones distintas a lo que ya comúnmente se venía haciendo. Sin embargo, no deja de llamar la atención que eventos que debieran estar tan consolidados, tuvieran que enfrentar los problemas de financiamiento que debieron solucionar.

Cuando se trata de actividades que relevan a nuestra ciudad y a la región, evidentemente debe existir un entusiasmo y una planificación que no dé lugar a cabos sueltos, en nombre del prestigio de los eventos mismos y por supuesto, de Arica misma.

Encontramos buenos ejemplos de un trabajo planificado cuando se trata de un espectáculo de gran magnitud. Podríamos hablar del Carnaval Con La Fuerza del Sol, que con meses de anticipación comienza a analizar lo que será la actividad que cada verano proyecta a Arica a nivel nacional e internacional. En este sentido, es un paso importante para estos eventos, y para la región y Arica mismos, el que exista la voluntad del Consejo Regional de aunar esfuerzos con el municipio a la hora de apoyar actividades de renombre para la zona.

Fue el presidente del Consejo Regional, Claudio Acuña, quien mandatado por el resto de los cores sostuvo un encuentro con el alcalde Gerardo Espíndola para que el apoyo y financiamiento a eventos importantes de la región, no queden sujetos a la administración de turno o a circunstancias política, sino que más bien formen parte de una agenda de trabajo.

Sin embargo, este mismo hecho establece también responsabilidades y compromisos para los organizadores. En ocasiones, se trata de eventos que no necesariamente están en manos del sector público, sino que son iniciativas de privados, que incluso, les reportan ganancias.

En estos casos, la planificación debe ser un imperativo tanto para el sector público como apoyo, como también para los mismos dueños de muchos espectáculos. El respeto de los tiempos y especialmente, hacer que cada evento que se ha ganado un lugar en el calendario de Arica sea digno de esa conquista, son condiciones ineludibles.